“El personaje es mudo porque aquí toca serlo”

Crédito: Colprensa - EL NUEVO DÍA
Tan cruel como suena, a Salomón, el mudo del pueblo, lo mataron a pocos pasos de su casa acusándolo de ser ‘sapo’.
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Así de extraña, paradójica y absurda es la realidad Colombiana, tanto la de ahora, como la de hace sesenta años o la de inicios de la década de los noventa, que es la que retrata Ricardo Silva en ‘Río Muerto’, la novela que acaba de publicar, que desde la ficción, presenta el testimonio real que una víctima del conflicto armado le narró, una noche, en medio de un típico trancón de fin de semana para entrar a la Capital del país.

Con una foto que es testimonio del dolor y luto de las víctimas de la masacre de Bojayá, realizada por Jesús Abad Colorado, Ricardo Silva Romero, ganador de la quinta edición del Premio Biblioteca de Narrativa Colombiana por su novela ‘Cómo perderlo todo’, narra una historia que bien sucede en 1992, parece que los personajes e incluso el pueblo ficticio de Belén Chamí, puede existir hoy, casi igual a cómo lo describe en este libro, con la completa ausencia del Estado, donde sólo cambia el nombre del verdugo.

El asesinato de Salomón, es tan sólo el doloroso inicio, de aquel ausente que no termina de irse pero que tampoco está, mientras que su familia carga con el peso del duelo, el señalamiento, la desesperación y el destierro.

Frente al río

-Aunque el libro se publicó hace muy poco, al menos la sensación que generan los comentarios por las redes sociales, se siente que los lectores han conectado rápidamente con la historia. ¿Cómo ha visto usted la reacción de ellos frente a la novela?

Tengo la misma sensación. Creo que es una novela personal para todos los lectores, muy personal para todos, porque ha sido muy personal para mí, pero sobre todo porque cuenta el coraje de nuestras familias -y sus lazos reforzados y sus dilemas terribles- en un país que se resiste con pasión tanto al hecho de la guerra como a la posibilidad de terminarla.

- ¿Por qué escoger este momento para narrar la historia que se encuentra en Río muerto?

Cuando escribí la novela se veía venir la venganza que sigue a los Acuerdos de Paz, pero jamás imaginé que iba a pasar lo que pasó: que, aun cuando la novela cuenta una historia del bisiesto 1992, parece contando una pesadilla de este mismo año, de hoy. La conté porque creo que el mejor lugar para entrar sin agendas es la novela, y más si se trata de una historia verdadera, y más si el método para narrarla es la ficción. Pero ahora siento que está en las manos de los lectores como una verdad que nos reivindica, como una tierra de nadie en la que podemos librarnos de las trincheras y dolernos y acompañarnos como recobrando una tejido muerto del corazón.

- Como escritor, ¿cómo fue viajar a la Colombia de inicios de los años noventa y a la población en la que desarrolla la historia?

Fue una aventura para el sistema nervioso y para la memoria, claro, porque recuerdo muy bien esos años noventa, y justo en esos años conocí esos parajes. Durante estas tres décadas, desde que estuve en los paisajes y las casas en donde sucede Río Muerto, he ido recogiendo pueblos semejantes, climas semejantes, y fue fácil armar el rompecabezas de Belén del Chamí. Mejor dicho: viajar a esa época y a ese lugar por estremecedor porque me revivió lo mejor y lo peor, pero así debe ser para que valga la pena.

-Recorriendo esta historia de muerte e injusticia, todos los días, en medio del conteo del Covid-19, se da el nombre de otro líder social asesinado en distintas partes del país… ¿Parece que en muchas regiones, la historia no ha cambiado mucho en los últimos años?

No sólo no ha cambiado, sino que se ha estado recrudeciendo. Prueba de que el problema fundamental es un Estado corto que no llega a todo el territorio no sólo porque no puede, sino muchas veces, demasiadas, porque no quiere. Están los ejércitos ilegales sitiando poblaciones que les estorban en el camino del narcotráfico, pero, por otro lado, está una clase política que no tiene la autoridad ni la voluntad para insistir en la despenalización de las drogas: una clase política como el auditorio cínico de una guerra sobrediagnosticada.

El silencio

-Un hombre mudo que es asesinado por ‘Sapo’… y que lleva la voz tras ser asesinado frente a su casa… ¿Cómo fue la construcción de Salomón?

Es un hombre simple en el mejor sentido de la palabra. Lo cual no significa que sea fácil de construir, de retratar. En parte es el hombre que me contaron: un hombre incapaz de decirles que no incluso a los peores del mundo, un tipo que todo el tiempo se dice a sí mismo que tiene que obras bien y que se va tomando la vida como una sucesión de hechos inevitables.

El personaje de la novela es mudo porque aquí toca serlo. Es sapo porque no pertenece sino a su familia. Y sobre todo es uno de los millones de fantasmas insepultos que van por ahí dando vueltas y más vueltas con la frustración de haber sido aniquilado de un tajo.

-También está la construcción del pueblo, que como muchos en Colombia, no aparecen en el mapa y construido entre inmigrantes, grupos al margen de la ley y evangélicos.

Cierto. Es un pueblo que se puede ver hoy en día si uno va por esos lados, de Chocó a Antioquia, pero se dice pronto que está en el suroccidente para que quede en cualquier parte. Es un pueblo real gobernado, administrado por la ficción. Un pueblo con su propia jerga tejida a partir de las voces de esos lugares. Sí, un pueblo de desplazados que no ha podido aparecer en el mapa a fuerza de sobrevivir sitiado por los falsos ejércitos y los falsos profetas. Puedo verlo.

-Aunque la historia habla de muerte, violencia y hasta desplazamiento… termina siendo una novela esperanzadora, aunque en la realidad parezca que el círculo de la violencia y muerte no termina en Colombia.

Yo creo que es una historia de amor: de un amor romántico que sobrevive a la muerte, por un lado, pero sobre todo de un amor que ha sido el gran secreto de nuestra supervivencia acá en Colombia. Es una historia de horror resuelta por el coraje o una trama cuyo clímax es un respiro. Creería que es esperanzadora, claro, porque tiene humor y cuenta el valor de una familia. Podría uno concluir que es tan importante documentar y articular y denunciar el horror como celebrar los hallazgos de la vida.

-¿Nos acostumbramos a convivir con la muerte en Colombia?

Creo que sí. Por un lado, como cualquier cultura, por supuesto, porque la muerte es el contexto de la vida, pero también, por otra parte, como una nación malograda: como se dice en la primera frase de Río Muerto no es lo mismo morir que ser asesinado, pero aquí se asume que cualquiera de las dos es igual de posible, de normal. Quiero decir que nos hemos acostumbrados a convivir con la muerte violenta, y no puede haber una resignación más grave.

-¿Por qué escogió esa foto de Jesús Abad Colorado para la portada del libro?

Primero que todo porque es una obra de arte de uno de nuestros grandes artistas. Después porque es la foto de un funeral en Bojayá, un mapa del Chocó hecho con velas, luego de seis meses de la masacre que sigue dejándonos sin aire: es, mejor dicho, una muestra de resistencia, de coraje, asediada por las sombras de siempre. Es un grito de la vida entre la oscuridad y eso pretende ser Río Muerto.

-¿Ha logrado retomar la escritura de la novela sobre ciclismo que escribía cuando inició Río Muerto?

Sí, ya terminé. Bueno, tengo un primer borrador terminado y leído por un par de amigos. Cuenta de nuevo una historia real: una etapa. Yo creo que es una novela de humor sobre envejecer y sobre sentirse echado de la propia vida, y me lo tomé como una investigación sobre el misterio de la naturaleza masculina -en tiempos en los que la violencia de género se ha puesto en evidencia- que ha sido una investigación relegada con el pretexto de que el enigma es lo femenino, pero sobre todo es una verdadera novela de superación como cualquier etapa durísima del Tour de Francia.

Credito
COLPRENSA

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