‘Relatos de guerra y reconciliación: Una experiencia de escritura académica’

Crédito: Suministrada - EL NUEVO DÍA
Este libro, producto de un proceso en el aula que registra el trabajo de estudiantes de la Unibagué, y que fue lanzado este año en la Feria Internacional del Libro, tendrá una serie de entregas para los lectores del ‘Diario de los tolimenses’.
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Estos textos hacen parte del Capítulo 1: ‘Familias destruidas por la violencia’: Relatos de huérfanos, viudas y de quienes perdieron sus seres queridos en la guerra.

Nunca sentí tanto dolor como ese día

Por: José Rodrigo Acosta Góngora, estudiante de Ingeniería Mecánica

Soy oriunda de Rioblanco (Tolima). Mi historia empieza en una tarde de marzo cuando llegaba del colegio, vi a lo lejos un grupo de hombres armados que estaban en la chocita donde vivíamos, discutían con mi padre por un pago que nos exigían por seguir en ese lugar.

Nos negamos porque la semana anterior había llegado otro grupo armado a pedirnos lo mismo. Entonces, empezaron a golpear a mi madre y le partieron un brazo, nos amenazaron de muerte diciéndonos que iban a llevarnos a mi hermano y a mí como parte de pago por no colaborar.

Pedimos un plazo para poder reunir la plata y ellos aceptaron dándonos un término único de treinta días. Mis padres y yo hicimos lo imposible para poder conseguir el dinero, vendimos nuestras pertenencias, me pusieron a trabajar, pero aun así no lo lográbamos.

El tiempo pasaba, nos acercábamos más a la fecha acordada y aun no veíamos resultados. Faltaban cinco días para cumplir el plazo, cuando unos milicianos de las Farc llegaron a la casa y al ver que no teníamos toda la plata reunida nos amarraron, le pusieron un fusil en la cabeza a mi padre y le dispararon.

Bajé la mirada y lo vi tirado en el suelo, sentí que mi vida entera se destrozaba lentamente, había perdido al hombre que me había enseñado todo en la vida. Me tiré a abrazarlo y a llorar encima de él; nunca sentí tanto dolor como ese día.

Después de este suceso, las Farc nos dijeron que teníamos que entregarles esa tierra, entonces alistamos lo que pudimos y dejamos atrás todo abandonado. Fuimos a la Alcaldía, pero nadie nos ayudó porque les tenían miedo; decidimos emprender un viaje hacia Ibagué (Tolima) donde íbamos a empezar una nueva vida.

Llegamos donde una tía de mi madre, quien nos recibió con los brazos abiertos. Al inicio nos tocó muy duro porque nadie nos quería dar trabajo por nuestra situación, pero empezamos a buscar por todos lados y al final encontramos un restaurante que nos brindó una oportunidad. Mientras mi madre hacía los quehaceres, yo terminaba mis estudios en el colegio, después de un tiempo empecé mi labor en el mismo restaurante.

Además, recibimos un subsidio por ser desplazados de las Farc, el cual nos ayuda bastante y nos brinda una mejor comodidad. Actualmente vivo en Ibagué, me encuentro casada y tengo dos hijos.

A pesar de que me tocó vivir una vida muy dura desde pequeña, seguí luchando por mis sueños, aún recuerdo todo lo vivido en ese día tan trágico que me marcó para toda mi vida. Guardaba mucho rencor hacia esas personas que me quitaron la oportunidad de estar con mi núcleo familiar, aun así me dieron la oportunidad de enfrentarme a la vida.

 ¿Por qué decidí escribir sobre esta historia?

Escogí a esta persona ya que sus relatos me conmovieron. Esta es una historia de superación personal, la cual nos demuestra que a pesar de las dificultades, los problemas y las muertes nosotros podemos superar obstáculos y, aunque estos sean muy trágicos, siempre buscaremos la manera de salir adelante.

La maldad entre sus ojos

Por: Juan Pablo Ospina Vanegas, estudiante de Administración de Negocios Internacionales

Hace quince años ocurrió un hecho trágico que destruyó mi hogar. Vivía con mi familia, tranquila y en paz; vivíamos en zona rural del Cañón de las Hermosas (Tolima) en una finca que tenía cultivos de fruta, ganado y era muy conocida por su hermosura. Todo iba bien en mi familia hasta que llegaron unos nuevos vecinos.

De ellos no se sabía nada con certeza, solo había especulaciones de sus nexos con la guerrilla. Durante días, nunca tuvimos acercamientos, solo pudimos fijarnos que eran hombres y se les notaba el desespero por algo, pero no sabíamos cuál era la causa.

Al pasar el tiempo, los nuevos vecinos y mi familia tuvieron un primer contacto, mi padre comentó que una tarde golpearon en la puerta de la casa. Él abrió y un hombre que habíamos visto entre los nuevos, le dijo que quería hablar sobre un inconveniente que tenía en su finca: no tenía agua. Pidió que le suministraran de la nuestra de forma gratuita, pero mi padre se negó.

El vecino se enojó e hizo un escándalo, diciendo que, si no lo hacía por las buenas, por las malas sí tendría que hacerlo. Fue así como ellos por este simple hecho decidieron acabar con todo lo que pudimos lograr por años.

Una noche entraron armados y sin piedad destruyeron partes de la finca como el galpón y el establo. Luego de esto, sacaron a toda la familia al patio de la casa, a sangre fría, y con la maldad entre sus ojos, sin importar nada, acribillaron a todos los hombres de mi familia y dejaron con vida solo a las mujeres para que fuéramos testigos de lo ocurrido.

Luego de esta trágica experiencia, mi vida se transformó en tristeza e incertidumbre. Mi madre y yo decidimos desplazarnos al pueblo de Chaparral (Tolima), donde empezamos desde cero, buscando una nueva vida y sin sustento.

Mi hermana no logró superar esta desgracia, ya que no pudo borrar de su mente cómo mataban uno a uno a nuestros seres queridos; ella tuvo problemas psicológicos porque pensaba que su hijo de tres añitos había sobrevivido, lo cual hizo que ella permaneciera en el Cañón de las Hermosas buscándolo día a día.

Después de mucho trabajo y esfuerzo, mi madre y yo pudimos conseguir un empleo estable, lo cual nos permitió ahorrar para conseguir una pequeña parcela cerca del pueblo. Nuestra primera tarea fue traer a mi hermana de vuelta y ayudarla a superar la tragedia.

Pero, de igual forma, ella permaneció con un trastorno mental que le fue imposible de superar. De nuevo, esta región era considerada zona roja y la guerrilla trató de aplicarme la conocida vacuna, que era un cobro por tener la finca, pero yo no dejé que esto me intimidara. Hoy en día aún no logro perdonar estos hechos y guardo rencor en mi corazón.

Si tuviera la posibilidad de tener en frente a estas personas que me hicieron daño no les dirigiría la palabra ni la mirada, porque para mí ellos no tienen alma.

¿Por qué decidí escribir sobre esta historia?

Escogí narrar esta historia porque es cercana a mi familia, quien tuvo que presenciar cómo mataban a sangre fría a su padre, a sus hermanos y su sobrino de apenas tres años. Fue obligada a dejar sus tierras que fueron arrebatadas y entregadas a estas personas. De esta historia aprendí que aunque no se pueda dar un perdón a situaciones difíciles, sí se puede salir adelante.

Credito
EL NUEVO DÍA

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