Moncho no me asustes

Crédito: Suministrada / El Nuevo Día.
Quería empezar por decir mi nombre, pero no es tan necesario como decir lo que me pasó. Soy una niña como las que juegan en el parque de mi barrio conmigo, y la verdad no soy miedosa. Lo normal de todos los niños. Mi peluche Toby me ayuda para que no me dé miedo por las noches antes de dormir. A pesar de tener a Toby, a veces me entra el miedo. Así somos los niños.
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Cuando eso me pasa, llamo a mi mamá. Ella es muy buena, viene a mi camita y me acompaña, y el susto se me va. Solo una noche en que mi mamá dormía mucho, fue que pasó lo que voy a contar. Me perdonan si no lo cuento con muchas palabras, es que soy niña y apenas estoy empezando la escuela.

Sé que era de noche porque estaba en mi camita durmiendo. Todo estaba muy frío y oscuro. De repente empezaron a alumbrar los relámpagos, así dice mi mamá cuando caen esas luces del cielo que parecen una fotografía.

Era un aviso, porque luego cayeron los rayos y una lluvia muy fuerte. Mi casa tiene buen techo, y se escuchaba como si se fuera a caer. De una vez pensé que era una tormenta. Esa palabra me la enseñó mi mamá una vez que se llenó de agua mi ciudad por tanta lluvia. Mi ventana alumbraba con esas luces de fotografía que dije.

Este ruido me despertó. Llamé a mi mamá. Lo raro fue que ella no me escuchó. Yo pensé que era por la lluvia. La volví a llamar más fuerte y me metí debajo de mi cobija. Ella no llegó.

Estaba esperando que ella me escuchara, cuando oí un ruido, como de un gato que hace daños. Los que no saben cómo hacen los gatos, es como si sonara así “Grrrr-Grrr”. Eso es lo que yo escucho de Lupe, la gata de mi vecina, que a veces viene a pedir que le dé leche y se queda a jugar conmigo. Cuando quiere irse, empieza a hacer daños y ruidos. Eso es lo que sé de los gatos. Pero después me di cuenta que Lupe no hace ruidos tan extraños, solo sus ruidos de gata inquieta.

Facetas.

Me dio tanto miedo que encogí mis piernas y me arropé hasta la cabeza. Muy asustada volví a llamar a mi mamá. Ella siempre me ayuda. Pero tampoco vino esta vez. Seguro fue por el ruido de la lluvia. Como soy niña, me entró la idea de que eran los fantasmas que salían de mi clóset. Ellos a veces se meten en los cuartos de los niños y hacen ruidos que asustan. Yo les eché la culpa. Pensé que los fantasmas venían por mí. Es  normal, porque eso dicen los libros que me presta la señora de la biblioteca y los cuentos que me lee la profesora.

Crean que no era mi miedo, porque cada vez se escuchaba más fuerte el sonido. ¿La gata Lupe o los fantasmas del clóset? Yo que soy niña no sabía qué pensar, porque mi mamá, pobrecita, no venía a ayudarme.

Saqué valor, como dice mi mamá cuando me da la gripa, y me senté en mi cama. Me llené de valor para abrir mis ojos todavía cansados y  me imaginé lo que dicen los libros sobre extraterrestres, monstruos y dinosaurios.

Antes de abrir los ojos, imaginé que el ruido era de los extraterrestres que se llevan a los niños hacia el infinito; imaginé los dinosaurios de mi libro favorito corriendo por todo mi cuarto; hasta imaginé que estaba metida en el mundo del espejo de Alicia, ese cuento que me gusta mucho porque mi mamá me lo lee antes de dormir.

Ya me sentía vencida, grité y grité y grité. Nadie me escuchó. Entonces estiré mi manito y encendí mi lámpara, y no se imaginan lo que hacía el extraño sonido, ni los monstruos, ni los dinosaurios, ni los seres del espejo de Alicia. Nada de eso. Se trataba de Moncho, mi perro lanetas, y sus ronquidos por meterse debajo de mi cama para huir de la lluvia. El pobre metió la trompa en una vieja caja de juguetes. Las mascotas también sienten miedo.

Le conté a mi mamá la historia. A la noche siguiente mi mamá puso un tapete a la entrada de mi cuarto, para que el pobre Moncho duerma cuando venga la tormenta y no me despierte con sus ronquidos de cuento de monstruos.

Credito
EL NUEVO DÍA

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