Tomar decisiones no es cosa de arrebatos

Los jóvenes deben enfrentar un conjunto de desafíos y tareas en su proceso de convertirse en adultos. Esto les exige decidir en distintos ámbitos de la vida: valores, estudios, amistades, trabajo, pareja, apariencia personal, etc. Las decisiones que tomen en esta etapa repercutirán innegablemente en su porvenir.

Desde ese arete que me quiero poner, la fiesta a la que pretendo ir, las amistades que me antojo de tener, el tipo de ropa que busco lucir, hasta el hecho de escoger lo que quiero estudiar, el tipo de pareja que deseo, e incluso mi comportamiento frente a las sustancias psicoactivas y otras adicciones (drogas, alcohol e inhalantes, etc.), todo, absolutamente todo, debiera pensarse un poco más de lo que comúnmente usted lo hace.

Aunque le pueda parecer el ‘discurso típico de papá y mamá’, más que una ‘retahíla’ de órdenes, detenerse a pensar sobre sus actos y las consecuencias de los mismos y no dejarse llevar por la rapidez del momento, que como adolescente y joven lo caracteriza, le pueden garantizar evitar futuras equivocaciones, así como una actitud consciente y responsable de manera que pueda hacer valer su decisión.

Si bien tomar una decisión no depende únicamente de las preferencias personales (lo que yo quiero), pues abarca también factores económicos, familiares y sociales, usted sí puede tener las herramientas básicas para defender sus preferencias, analizando y asumiendo los factores implicados en su elección.

Preguntas y respuestas
Nancy RAMíREZ PRADA
Psicóloga Bienestar Universitario Unab

¿Qué son las decisiones?

Es la acción personal de elegir una opción entre varias posibles, con la intención de dar respuesta o solución a una determinada situación.

¿Cuándo estoy listo para decidir sobre mi vida?

En términos generales, estoy preparado para decidir cuando tengo la capacidad para asumir las consecuencias de mis propios actos; sin embargo, al pretender definir cuándo los seres humanos comienzan a ser moral y jurídicamente responsables de sus actos, existe gran dificultad para dar una respuesta clara y contundente, debido a las diversas variables culturales y personales que intervienen, así como el nivel de complejidad y riesgo que la decisión conlleve. Por ejemplo: no es lo mismo decidir qué usar para una fiesta, que decidir sobre el inicio de mi sexualidad.

-¿Sobre qué aspectos puedo decidir siendo joven y sobre qué otros de pronto no debo pensar: “no me manda nadie” o “hago lo que quiero”?

El criterio para evaluar si tomo o no una decisión está dado en términos del nivel de responsabilidad y riesgo que debo asumir. Por ejemplo: un joven de 15-16 años puede decidir sobre sus hábitos personales, organización de rutinas, manejo de relaciones interpersonales, pero debe evaluar y contemplar la opinión de sus padres frente aquellas decisiones que impliquen una afectación a otras personas o en su propia integridad física y mental.

-¿Cómo puedo hacer valer mis decisiones y sus argumentos? Antes de entrar a defender mis argumentos debo evaluarlos y para ello puedo preguntarme: ¿Cuáles serían las consecuencias de tomar esta decisión? ¿Puedo asumir esas consecuencias? ¿Qué otras opciones tengo? ¿Qué pasaría si tomo esa decisión? ¿Cuál opción me hace sentir mejor?

En la medida en que hagamos una adecuada evaluación de las opciones que tenemos, nuestros argumentos serán más sólidos y esto se reflejará en la confianza en sí mismo en el momento en que los expresemos.

-¿Por qué debo entender que no todas mis decisiones son válidas? y ¿Cómo afrontar ese “no puedes” o “no es lo correcto” de mis papás?

Durante nuestras vidas es importante recordar que no somos perfectos y que existe la posibilidad de equivocarnos en cualquier momento; por eso debemos escuchar otros puntos de vista, en especial de aquellas personas que nos aman, para ampliar la visión de la situación y tomar decisiones más acertadas con el menor daño posible a nuestro alrededor.


LA VOZ DEL EXPERTO
Felipe Ordóñez Rojas
Sicólogo Esp. en sicología clínica

Coordinador del Departamento de Sicología Isnor

Los adolescentes y jóvenes, a veces, toman muchas decisiones negativas porque ellos están buscando estructurar su personalidad. En esa búsqueda toman sus decisiones influenciados por la red social, o sea sus amigos (otros adolescentes), que como él también carecen de conocimientos y experiencias.

Por ejemplo: un amigo le puede decir a su otro par “la marihuana no hace daño, es natural y se puede aprender a manejar”, a lo que el otro responde tomando la decisión de consumir.

En general, los jóvenes quieren ir muy rápido y no piensan en los ‘costos’ de lo que van a hacer.
Una de las decisiones más erradas es pensar que a él o a ella, en su condición de ­adolescente o joven, no le va a pasar nada.

Ellos piensan que lo que les dice el adulto es por molestar. No le ven interés, les parece aburrido, jarto, salido de moda y pensar así no les garantiza que nunca les vaya a pasar nada en el futuro. Las consecuencias de una mala decisión se pueden ver reflejadas en la adultez.

Lo que hay que decirles a los jóvenes también es que  tienen que cambiar su concepto ­frente a la norma, pero no como una búsqueda de hacer la vida aburrida, jarta, cansona, sino la norma como algo necesario para formar su personalidad.

En general, en esta etapa de la vida va a existir un acompañamiento constante porque es un momento de mucho desconocimiento, pero los jóvenes no lo deben ver como una persecución.

El adolescente quiere vivir en un mundo adulto y es normal este deseo, pero tiene que darse su tiempo y vivir su etapa al lado de la norma. Llegará el día en que tome sus decisiones solo.

¿Cómo hacer valer mis decisiones?

• Saber si lo que yo estoy argumentando vale la pena, si estoy dando razones para hacer lo que quiero hacer y si lo estoy diciendo de la forma adecuada.

• Para defender mis argumentos también debo aprender a escuchar a las personas adultas que me rodean y entender también sus argumentos.

• Debo comprender que no siempre tengo la razón y que no todo el tiempo puedo lograr lo que deseo, hacer lo que quiero y pedir lo que sea. Tengo que aprender a esperar.

• Demostrar mis habilidades para solucionar problemas y mi capacidad de hablar sin llegar al conflicto.

• Mostrar que mis anteriores decisiones han sido correctas. Es decir, generar confianza a partir de buenos comportamientos anteriores, pero sin caer en la manipulación de: “Yo hice esto… por esto me merezco  lo otro”.

• Exteriorizando que he empezado a pensar por mí mismo y no otros por mí.

• Cuando puedo garantizar que me tomo mi tiempo para decidir y no soy impulsivo, ni mucho menos hago en cada cosa lo primero que se me ocurre.

• Siendo capaz de evaluar mis comportamientos positivos y negativos,

• Dejando a un lado la agresividad y la impulsividad, pues esto  sólo me va a traer consecuencias negativas y me va a aplazar lo que quiero decidir.

Lista
Antes de tomar una decisión
1. Piense en ¿qué va a decidir?
2. ¿Ya le pregunté a alguien qué opina o pedí el consejo de un adulto? Tenga en cuenta otros puntos de vista.
3. ¿Ya me informé sobre lo que quiero hacer? Pero no informarse sólo con los amigos, amigas o el ‘compinche’. Recuerde que usted está estructurando una personalidad como todos ellos, así que si los consulta es probable que algunos sepan muchas cosas, pero no olvide que ellos están en la misma búsqueda suya, así que imitarlos o seguir las cosas que ellos hacen no es suficiente garantía para saber que va por el camino correcto.
4. Piense si va a afectar a alguien con esa decisión.
5. Tenga en cuenta ¿en qué se va a beneficiar si toma esa determinación?
6. Reflexione si es necesaria.
7. Pregúntese por las consecuencias o riesgos de la decisión que quiere tomar.
8. Evalúe también los efectos de la decisión elegida en los comportamientos y sentimientos de los demás.
9. Evalúe qué tan satisfecho se siente con lo que va a decidir.
10. Pregúntese si es el momento adecuado.

Papás: tengan en cuenta…
Acompañar a sus hijos en la toma de decisiones de forma empática. Que el joven no sienta únicamente que lo van a regañar o a juzgar.

Escuchar y observar a su hijo o hija tranquilamente. Cuando vea que van a tomar una mala decisión intervengan.
Den el ejemplo. Sean coherentes en lo que le exigen a sus hijos, pues sus comportamientos y formas de hablar son un referente para ellos.

Si ven que su hijo incurre en un error no lo juzguen inmediatamente, escúchenlo y luego tomen una decisión.
Deles calidad de tiempo para atender sus inquietudes. El abandono del joven también se puede traducir en malas decisiones.

Credito
ANGÉLICA MARÍA MORENO MEDINA

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