“Me pasé de rebelde”

Si en la niñez no se establecen límites claros sobre los comportamientos positivos, negativos e incluso, los que están fuera del marco de la ley, será más difícil inculcarlo al joven que está buscando su identidad.

Juan ya había tomado sin permiso el automóvil de su papá, pero cuando llamaron a sus papás al colegio para que respondiera si estaba involucrado en la desaparición de la motocicleta de uno de sus profesores, la psicóloga de la institución intuía que las cosas ya se habían salido de proporción en el caso de Juan.

“Un par de meses después, me enteré que otra de las estudiantes le había extraído del bolso a su mamá la tarjeta de crédito y se había ido con sus amigas a comprar ropa y luego en el club había gastado una fortuna que fue a parar a la cuenta de sus papás”. La psicóloga pensó en aquel momento qué poco le faltaba a esta joven para desdibujar los límites entre una travesura o un acto de rebeldía, con una actividad ilegal que le podría reportar problemas más adelante.

Consecuencias inesperadas
Hace algunos años, los piques en la autopista desde Floridablanca a Bucaramanga se convirtieron en la actividad favorita de jóvenes que, por esa época, ponían a prueba su suerte y su “valentía” ante sus compañeros.

Luis era uno de ellos. “La primera vez corrí en la motocicleta de un amigo, pero luego le pedí dinero prestado a un tío para comprar la mía. Se averió rápido y perdió algunas partes, entonces le saqué la tarjeta de crédito a mi mamá para comprarlas. Ella se enteró, claro y el regaño fue mayor”.

Los padres de Luis incluso pensaron en llevarlo a una correccional para que conociera la vida de los jóvenes que cometen delitos, pero se alejaron de la idea. “Pero les juré que no volvería a suceder y acepté irme a estudiar a Bogotá, donde estaba seguro de que mi vida cambiaría”. Y así fue. Luis llegó convertido en un excelente profesional.

“No están comprobados los efectos positivos de la terapia de choque con algunos jóvenes. Lo mejor en todas las áreas de la salud e incluso en la psicología es la prevención: aplicar normas a los niños y enseñarles los límites entre lo que está bien, mal e incluso, entre lo que puede llegar a ser una travesura a lo que puede resultar ilegal”, explica Camilo Cifuentes, psicólogo de la Universidad de La Sabana experto en adolescentes y jóvenes.

Luis asegura que la vida le dio un vuelco el día que uno de sus amigos fue llevado al hospital luego de un accidente en uno de los piques. “No podía dormir al pensar en la salud de mi amigo”, señala Luis. Aunque no pasó a mayores y se recuperó, el amigo de Luis quedó marcado para siempre.

“Quiso pasarse de rebelde. Yo también. Pensamos que eso era ser rebelde, pero muchos de mis amigos luego tuvieron problemas con sus papás y hasta con la autoridad”, puntualiza Luis, de 24 años.  

Aplicar límites educativos
1
. Objetividad: expresiones como “Pórtate bien”, “sé bueno”, o “no hagas eso”, significan diferentes cosas y puede que los chicos entiendan esto de acuerdo con su contexto. Lo mejor es dar órdenes claras: “Habla bajito en una biblioteca”; “da de comer al perro ahora”.
2
. Opciones: hay que dar al joven la oportunidad de que tome su decisión con libertad en el marco de unas opciones que se le dan.
3
. Firmeza: en situaciones extremas, es bueno decir: “Vete a tu habitación ahora”. Los límites firmes se aplican mejor con un tono de voz seguro, sin gritos, y un gesto serio en el rostro. Cuando la situación es menos delicada se puede decir: “ Ven a casa ahora, ¿ok?”.
4
. Acentuar lo positivo: no use, en lo posible, la palabra “No”, diga: “habla bajo”, en vez de “no hables tan alto”.
5
. Guarde distancias, no se convierta en amigo del joven cuando lo que necesita es un castigo. En otros casos, puede utilizar otra estrategia.
6
. Explique el porqué: ­entendiendo la razón de los límites y órdenes en casa crean su propia conciencia de las cosas.
7
. Sugiera una alternativa a la situación que está atravesando el joven y permita que elija.
8
. Firmeza en el cumplimiento: si ha decidido no dejarlos salir a la fiesta, es mejor mantenerse en su postura, de lo contrario ya no estarán seguros de cuál es el límite.
9
. Desapruebe la conducta: no lo culpe de todo, no le diga que no sirve para nada, pero déjele claro que no está actuando bien.
10
. Controle las emociones: si está muy alterado, no grite. Espere un segundo, mande al joven a su habitación y luego llámelo para hablar.

voz del experto
MARIBEL GONZÁLES
Psicóloga
Podemos definir tres etapas: Anomía (sin reglas), Heteronomía (perciben la existencia de reglas, que tienen un claro origen externo (padres, profesores…). Lo correcto es lo que ellos dictan y acatar o cumplir dicha norma. No se valoran aún intenciones subjetivas y considero los actos como “buenos” o “malos” en función de las consecuencias de cumplir o no con la regla (castigo, premio). La mayoría de los autores considera que es a partir de los cuatro años cuando empiezan a interiorizar las reglas y manejarlas. Hasta aproximadamente los diez años responderán para evitar castigos u obtener recompensas. Posteriormente, les interesará también el ser considerados “buenos” o “malos” por los demás. La última etapa es la de Autonomía, en la que el sujeto ya supera el egocentrismo infantil y es capaz de considerar los derechos propios y también los ajenos. Se dará a partir de los 12 años (sentimiento s de justicia, principios éticos y búsqueda de una lógica universal). A esta etapa no se llega necesariamente, hay adultos que no la alcanzan nunca.

Por lo tanto, lo primero que debemos tener en cuenta es que no tiene sentido invertir energía y tiempo en tratar de razonar con nuestros pequeños el porqué de la norma. Sencillamente, no lo van a entender y no se van a guiar por eso. Debemos ser nosotros, en nuestro papel de padres, educadores, cuidadores, etc. los que les demos de manera unánime una serie de reglas claras y con unas consecuencias firmes en su consecución o desafío.

Nos interesa que las reglas sean pocas y muy claras y sin dejarnos llevar por razonamientos. Tenemos que ser cariñosos y firmes. Nuestros pequeños no tienen capacidad de autocontrol, así que debemos ser nosotros su control, hasta que sean capaces de interiorizarlo.

Los niños necesitan autoridad para crecer felices. El ambiente familiar es el mejor  y más seguro lugar donde enfrentarnos a  las normas y sus consecuencias, ya que tarde o temprano nos enfrentamos a ellas (en el colegio, trabajo…) y allí sería más duro. Por tanto vamos a imponer disciplina, es decir, vamos a enseñarles a actuar  a través de unas normas y con unos límites claros”.

BEATRIZ ANA SASIN
Psicóloga
“En una familia con un estilo autocrático, los niños aprenden a obedecer y/o rebelarse, sin embargo no hay lugar para la participación y cooperación. Es un estilo que no promueve la verdadera fortaleza emocional y espiritual, ni la responsabilidad, y el tipo de liderazgo que los niños aprenden es un liderazgo opresor y no uno que invita a la iniciativa y la creatividad del grupo. Los niños crecen en un ambiente autocrático y tienen dificultad para ajustarse al mundo moderno.

¿Cómo cambiar cuando hay crisis de autoridad en la familia? El cambio que les propongo es un cambio hacia un manejo más democrático de la disciplina en el hogar.

No estoy hablando de una ausencia de normas, ni siquiera una disminución de normas. A lo que me refiero es que en vez de que las normas vengan impuestas desde arriba, por los padres, estas normas van a surgir de los diferentes miembros de la familia, de los miembros que las tienen que cumplir.

Estoy sugiriendo que compartamos el poder y la autoridad con nuestros hijos, que la familia ha tradicionalmente colocado en los padres. Si las responsabilidades y las normas son discutidas y no impuestas, los niños se van a sentir co-responsables, se van a sentir muy importantes, se van a sentir tomados en cuenta y van a estar listos para asumir sus responsabilidades.

A través de éste sistema, nosotros, los padres, estaremos promoviendo la cooperación de nuestros hijos, su auto responsabilidad, su iniciativa, la comprensión de las necesidades de las normas, la comprensión de la necesidad del respeto hacia el otro, respeto por su espacio y respeto por su tiempo.

El ser humano logra bienestar si en sus relaciones consigo mismo y con los demás se mantiene en esos límites, moviéndose con libertad en ellos. En cambio, si despliega una búsqueda de sí o de los otros, creando objetivos y expectativas fuera de esos límites personales, se siente mal. En tal caso, sus capacidades y aptitudes de ser intentan sobrepasar su realidad, entonces vive una fantasía o bien sufre la angustia y frustración de no alcanzarse a sí, ni comprender a los otros”.

Credito
BELKYS P. ESTEBAN

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