Santo y seña

AFP - EL NUEVO DÍA
Con la inédita canonización simultánea de dos papas, Juan XXIII y Juan Pablo II, Francisco le envía al catolicismo un mensaje de humildad y de reconciliación, pero también de tradición y obediencia hacia la Iglesia.

Desde el primer día de su pontificado, Jorge Mario Bergoglio se ha mostrado como un comunicador sin par. Y las canonizaciones de Juan XXIII y Juan Pablo II, que el papa Francisco realizará este domingo, constituyen una ceremonia cargada de significados. Por un lado, arroja luz sobre su manera de entender el pasado de la Iglesia. Por el otro, ayuda a entender algunas de las líneas y tendencias de su papado. Entre ellas, el alcance de su espíritu reformador y los debates que no está dispuesto a asumir.

Ambos pontífices son figuras centrales del siglo XX. Pese a haber tenido un papado de menos de cinco años, Angelo Giuseppe Roncalli –que adoptó el nombre de Juan XXIII– marcó profundamente los espíritus de su tiempo al organizar el Concilio Vaticano II, que bajo la premisa del aggiornamento (actualización), reunió en el Vaticano a miles de padres conciliares de los cinco continentes y dio pie a un profundo movimiento de renovación, del cual se desprendieron corrientes como la Teología de la Liberación, cuya línea marxista tuvo un gran impacto en América Latina. Aunque murió antes del fin del concilio, Roncalli fue conocido como ‘el papa bueno’ por su actitud pastoral y su cercanía con los fieles, pero también para marcar el contraste con su antecesor Pío XII, que fue criticado por su actitud ambigua hacia los nazis, quienes según sus detractores usaron la Santa Sede para huir a Suramérica.

Karol Józef Wojtyla, Juan Pablo II, reinó durante más de un cuarto de siglo –el segundo papado más largo de la historia– en el cual revolucionó la figura del obispo de Roma. Aunque hoy muchos recuerdan su figura demacrada por la enfermedad de Párkinson que lo aquejaba desde 2001, Wojtyla fue un pontífice joven (asumió a los 59 años) que desconcertó a sus contemporáneos con actitudes audaces, como sus ‘escapadas’ del Vaticano para ir a esquiar a los Alpes, o sus frecuentes viajes a más de 100 países en todos los continentes, por lo que se le conoce como ‘el atleta de Dios’ o ‘el papa viajero’. Fue así mismo el primer papa no italiano desde el siglo XVI, y una figura clave en la caída de la Cortina de Hierro y en la apertura de la Iglesia a otras religiones.

Para esta doble santificación, a la que los medios se refieren ya como ‘la ceremonia de los cuatro papas’ por estar también invitado a ella Joseph Aloisius Ratzinger (el papa emérito Benedicto XVI), el Vaticano ha organizado en la Plaza San Pedro una misa multitudinaria, en la que participarán mil cardenales y obispos, 700 sacerdotes y cientos de diáconos, que se ubicarán a lo largo de la vía de la Conciliación para atender a los más de 200 mil fieles que se espera participen. Para los cristianos del resto del mundo, se ha planeado una transmisión con 13 cámaras de tecnología de punta, que se podrá ver en 3D en 500 salas de cine de 20 países, entre ellos Colombia.

La pompa y el despliegue tecnológico de este domingo están más que justificados, pues se trata de una ceremonia sui géneris, y no solo por su magnitud. “La canonización de dos papas es un hecho sin precedentes”, le dijo a Semana Gian Luca Potestà, profesor de Historia del Cristianismo de la Universidad Católica de Milán. “Durante mucho tiempo, sobre todo en el Medioevo, no se canonizaba a los pontífices. Solo a partir de 1870, con la pérdida de los Estados Pontificios, se retomó esa práctica, que busca reforzar el poder espiritual de la Iglesia al subrayar el carácter sagrado de algunos papas”.

Aunque Francisco no inició ni desarrolló los procesos de santificación de Juan XXIII y Juan Pablo II, sí fue suya la decisión de atender contemporáneamente su ‘olor de santidad’, lo cual no le ha gustado a muchos fieles. Para algunos analistas, como el influyente vaticanista Andrea Tornielli, se trata sin embargo de una decisión normal. “Ambos papas fueron protagonistas solitarios y bien conocidos en el pedestal durante su papado. Este protagonismo no se necesita a su vez para la santidad”, le dijo a esta revista.

Pero para otras voces, mucho más críticas de la institución eclesiástica y de las actuaciones individuales del sucesor de Pedro, la decisión de Francisco es desconcertante. “No sé por qué se unen dos figuras tan poco afines y con proyectos tan diferentes”, le dijo a Semana Juan José Tamayo, secretario General de la Asociación de Teólogos y Teólogas Juan XXIII. “Por un lado está Juan XXIII, el papa del diálogo y de la apertura a la modernidad.

Por el otro Juan Pablo II, el pontífice autoritario y dogmático, que encubrió a religiosos pederastas como el padre Maciel, condenó a los teólogos de la liberación, prestó su apoyo a líderes políticos como Augusto Pinochet y condenó a personas como Ernesto Cardenal”.

A su vez, ambas santificaciones son inusuales porque no se siguió el proceso oficial.

En el caso de Juan XXIII no se cumplió con la condición del segundo milagro y en el de Juan Pablo II no transcurrieron los cinco años que deben preceder la postulación del candidato a santo.

Por eso, en algunos medios se ha hablado de una ‘canonización exprés’. La explicación se encuentra en parte en la frase “Santo sùbito!” (¡Santo ya!), que los fieles gritaron en 2005 tras la muerte del segundo, pidiendo que el proceso comenzara de inmediato. Para el padre Alberto Múnera, profesor de Teología de la Universidad Javeriana y director del Instituto Pensar, pese a las críticas “Francisco parece haber tomado la decisión de realizar una canonización equivalente, la cual le permite santificar en función de la reconocidísima santidad de los beatos y no de los milagros”.

En la misma línea se encuentra el análisis del profesor Potestà, para quien estas santificaciones responden “al reconocimiento de una forma de entender la Iglesia, caracterizada por un lenguaje diverso, que permite experiencias pastorales, las cuales definieron los papados de dos pontífices que fueron portavoces de la comprensión y la misericordia, y no del rigor y la condena”.

En ese sentido, con la doble canonización se reconoce la Teología de la Liberación tradicional, que pone en el centro de sus intereses la opción por los pobres, pero no la que utiliza el análisis marxista, que prosperó en Iberoamérica sobre todo durante los pontificados de Pablo VI y Juan Pablo II de la mano de religiosos como el peruano Gustavo Gutiérrez, el brasileño Leonardo Boff o el colombiano Camilo Torres, que murió en las filas del ELN. “Es verdad que Juan XXIII puso como orientación fundamental el Concilio Vaticano II. Pero él murió cuando la Teoría de la Liberación no se había desarrollado”, dice Tamayo.

Las canonizaciones de este domingo envían pues un mensaje de unidad en torno a dos figuras muy populares y con gran capacidad de comunicación, aunque aparentemente antagónicas en su aproximación a la realidad política de su tiempo. Como el mismo Francisco, ambos supieron leer el espíritu de su tiempo y responder a sus nuevas expectativas. Pero para quienes esperan que este papado sea de grandes cambios sobre temas como la homosexualidad o el aborto, la santificación de un papa tan tradicional –y para algunos incluso reaccionario– como Juan Pablo II es una señal de que una cosa es tender la mano a quienes no están dentro de la Iglesia, y otra muy diferente cambiar el canon eclesiástico.

Credito
SEMANA.COM

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