Comunidad Pijao del sur del Tolima teje su capítulo en el marco del posconflicto

HÉLMER PARRA - EL NUEVO DÍA
Durante tres días representantes indígenas del sur junto a la Agencia de Renovación del Territorio, ART, se reunieron en Chaparral para darle las últimas ‘puntadas’ al mandato como pueblo pijao que quedará incluido en el Pdet.

Tras la firma del acuerdo de paz y el cese del conflicto armado desde hace año y medio, las comunidades indígenas, afro, campesina y Rom del sur del Tolima, consideran que ya no hay excusas para empezar a ejecutar las propuestas prometidas en los acuerdos, por ello, desde sus territorios siguen avanzando en la creación de una propuesta que será la hoja de ruta a seguir durante los próximos 10 años.

El trabajo que inició en septiembre de 2017 tiene como propósito unir las diferentes capacidades, problemáticas e iniciativas de 14 comunidades indígenas, que decidieron apostarle a la implementación del Mecanismo Especial de Consulta para la formulación del Programa de Desarrollo con Enfoque Territorial, Pdet, y a los Planes de Acción para la Transformación Regional, Patr.

Iniciativas del Gobierno nacional, que son vistas, como una oportunidad de reivindicar el daño que les dejó el enfrentamiento bélico entre el Estado y el grupo de las Farc y que se espera sean respetadas con el cambio de presidencia.

La Ruta del chile

Los participantes en este proceso, que tiene el acompañamiento y orientación de la Agencia de Renovación Territorial, ART, son las comunidades de Guadualito, Beltrán, Yaguara, Rionegro Hermosas, Cimarrona Alta, El Escobal, Amoyá La Virginia, Matora de Maito, Locombó, Aguas Claras, Ibanazca Lemayá de Calarma, Seborucos, Cañón de Amoyá, Anamichú Pijao.

Once de ellas residen en Chaparral, una en Rioblanco y dos resguardos indígenas se ubican en Ataco.

En este proceso también están presentes las organizaciones Acit, Crit, Arit y Ficat.

Para ellas, la pesca es una de sus principales actividades de subsistencia, asimismo, fue el medio que marcó los asentamientos a orillas de ríos como Cucuana, Saldaña, Tuluní y Amoyá. Teniendo en cuenta esto, las comunidades decidieron denominar el proceso de la construcción del Pdet como la ‘Ruta del chile’.

María Ximena Figueroa Olaya, miembro de la comunidad Matora de Maito de Chaparral, explicó que el tejido del chile o la red de pesca “es la unión de una serie de mallas, cada nudo o puntada, es la fuerza y la sabiduría, por eso lo hemos denominado el chile”.

La ruta está conformada por varios momentos entre ellos están: hilando el chile, balay (elemento para colar) por la esencia, chilazo del pueblo pijao y la plomada.

Cada uno simboliza la cotidianidad indígena y a la vez el camino que siguen los indígenas para construir el mandato que quedará incluido en el Pdet, con enfoque diferencial.

“A raíz de estos dos elementos pijaos (el chile y el balay) lo que pretendemos es reafirmar lo que tenemos, y avanzar durante estos 10 años, que este documento ayude a construir la unidad del pueblo pijao a partir de cada malla, que puede ser un hijo una familia”, explicó Figueroa Olaya.

Trinchos para el chile comunitario

Otro de los elementos que conforman la gran red de propuestas, son cinco trinchos o lineamientos que exponen temas como educación, salud, derecho a la alimentación; reconciliación, convivencia y paz; fortalecimiento territorial, pervivencia cultural, ambiental y de biodiversidad; infraestructura, visiones propias de desarrollo, procesos de economía y agropecuaria; al igual que, mujer, familia y generación.

Lo importante del documento, es que realmente sea una herramienta que le permita a los indígenas pijao y nasa, defender y mantener vigente los usos, costumbres, la sabiduría de producción limpia y el gobierno propio.

El reto, la constitución de resguardos

Una de las grandes dificultades que deben afrontar continuamente los indígenas, es la lucha por el territorio, pues a pesar de seguir procesos legales o por las vías de hecho, actualmente dependen de la voluntad de los demás para formarse y desarrollarse libremente.

Este sería el caso de Anamichú Pijao en Rioblanco, comunidad conformada por 121 familias, que aunque están reconocidas por el Ministerio del Interior, no tienen territorio propio del que puedan disponer.

“Necesitamos que el Gobierno nos ayude con la tierra para las familias y poder sostenernos, también, tener una parte oculta para hacer reuniones, que podamos establecer los sitios sagrados y evitar casos como que el dueño de la tierra no nos dé permiso”, contó José García Montilla, integrante de la guardia indígena de Anamichú Pijao.

De otro lado, en medio de estos encuentros, surgen aquellas historias marcadas por el dolor y la tristeza, las cuales, aunque aparentemente fueron superadas, no han podido ser olvidadas.

Así lo narró José García Montilla, de Rioblanco, quien explicó que a pesar de que hoy existe una gran tranquilidad en el municipio y se puede andar “por los cañones sin problemas o temor de algún armamento”, no le ha sido fácil dejar atrás, tanto a él como a su familia, la muerte de su primo Alberto hace siete años, quien quedó en medio del conflicto.

De otra parte, Gonzalo Figueroa Ángel, integrante del resguardo indígena Matora de Maito de Chaparral, guarda en su memoria el sonido de los helicópteros, señal que anunciaba el enfrentamiento entre el Ejército y la guerrilla, situación que desencadenaba automáticamente en temor y miedo.

Pero este recuerdo, hoy hace parte del pasado, pues ahora “se puede andar por todas partes del sur del Tolima, sea a pie, caballo o carro, eso es importante.

“El campesino y el indígena no podían andar de noche, porque habían unos límites que lo prohibían, eso ya cambió y estamos contentos”.

Agregó que espera que el Pdet sirva para que el pueblo pijao sea tenido en cuenta por el Gobierno.

Puntos en común

Bianey Córdoba Garzón, gobernadora indígena de la comunidad Ibanazca Lemayá de Calarma, comentó que también se busca soluciones a faltantes relacionados con la salud y la educación, no obstante, es consciente que se debe tener prioridades, “no podemos pedir cosas, como lista de mercado por cada comunidad, sino por toda la región, pero sí especificamos cuáles son las problemáticas por corregimientos”.

En cuanto a esos puntos en común que tienen Rioblanco, Ataco y Chaparral, están las comunidades certificadas ante el Ministerio del Interior, solicitan constitución de resguardos y ampliación de territorio.

Las comunidades no certificadas, piden la respectiva legalización y territorio, esto teniendo en cuenta que estar reconocidos abre las puertas para recibir y gestionar diferentes apoyos.

Otros puntos se relacionan con el rescate de la medicina ancestral y la protección de la madre tierra.

Fortalecimiento de la etnoeducación

Florentino Cardozo Méndez, docente de la Institución Educativa Técnica Agropecuaria Álvaro Medina, ubicada en el Cañón de Las Hermosas, indicó que entre las preocupaciones actuales, está la migración de los jóvenes de 18 años a las ciudades, debido a la falta de oportunidades en su territorio, también la carencia de espacios para hacer transferencia de conocimientos étnicos y mantener vigentes tradiciones como las de la agricultura. “Nosotros queremos educar, formar a los estudiantes indígenas en las actividades de nuestro campo y que no se nos vayan para Bogotá, pues el éxito más grande es llegar a ser vigilantes o engrosar las actividades de venta callejera, es decir, no nos estamos desempeñando en la producción orgánica que hacían nuestros ancestros”, precisó el profesor.

Credito
XIMENA VILLALBA C.

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