ÁNGELA CASTRO ARIZA

Los escoceses van mañana a las urnas para decidir su futuro en un referendo histórico: seguir ligada al Reino Unido tras tres siglos de historia, o apostarle a su independencia.

Cerca de 4.2 millones de ciudadanos mayores de 16 años del registro electoral deberán responder una cuestión muy simple: “¿Debería Escocia ser un país independiente?”.

Sin embargo, la respuesta entraña más incógnitas que certezas. ¿Mantendría la libra esterlina como moneda? ¿Es viable económicamente una Escocia independiente? ¿Estaría dentro de la Unión Europea? ¿Qué le ocurriría al Gobierno británico si se independiza? o ¿Qué pasaría con el arsenal nuclear británico almacenado en Escocia?

Las campañas del “Sí” y del “No” entraron en una agitada recta final.

A medida que se acerca la consulta, el debate se intensifica. Mientras los anti-independentistas argumentan que la separación provocaría el derrumbe de la economía, los partidarios del “Sí” acusan a sus adversarios de alentar el miedo.

Más allá de estas posturas ambivalentes, las encuestas anticipan un resultado muy ajustado. Así las cosas, serán los miles de votantes indecisos, los que determinarán si Escocia pone fin a 307 años de unión el Reino Unido.

El analista político Miguel Benito Lázaro explica que este anhelo independentista está ligado a un nacionalismo histórico escocés, el cual ha nutrido el imaginario colectivo.

Si bien la decisión del primer ministro británico David Cameron de autorizar la consulta no tiene precedentes en Europa, a su juicio lo realmente significativo es que el resultado de la misma pueda llegar a alterar las fronteras y el equilibrio geopolítico de Europa.

En esa línea, el catedrático de la Universidad del Rosario de Bogotá, Andrés Molano, subraya que este plebiscito sobre la autodeterminación de Escocia podría poner fin “a un matrimonio de más de tres siglos, evidentemente un divorcio nunca es fácil”.

En su opinión, el Gobierno británico en cabeza del premier Cameron cometió un error de cálculo al “subestimar las posibilidades del referendo”, al tener una reacción tardía para hacerle contrapeso al referendo, a diferencia de la campaña de los independentistas.

Pero por otro lado, advierte que la apuesta del primer ministro escocés, liderado por Alex Salmond, promotor del referendo, no es precisamente la independencia, “sino renegociar los términos de la relación jurídica y política” con Gran Bretaña.

Benito Lázaro apunta en ese sentido que si bien Escocia tiene autonomía en muchos aspectos (Parlamento y primer ministro) la apuesta nacionalista “es fortalecerse más, tener más poderes y autonomía y eso dependerá mucho de cual sea el resultado de este jueves”.

DESAFÍO INSTITUCIONAL COMO NUEVO ESTADO

Otro elemento a considerar, enfatiza el experto Andrés Molano, es que una Escocia independiente de la Unión Europea (UE) no gozaría de las prerrogativas de las que goza por ser parte de Gran Bretaña (junto a Gales, Inglaterra e Irlanda del Norte), y tendría que someterse al ingreso al bloque como cualquier otro estado, y es un proceso largo y complejo.

En el caso de triunfar el secesionismo, el analista Miguel Benito Lázaro supone que es difícil concebir un nuevo escenario en la zona, “porque en todo el entramado europeo, un estado nuevo sería problemático y la gran cuestión es si la Unión Europa aceptaría ese nuevo estatus”.

En ese orden de ideas, agrega que “España no apoyaría ese estatus por el tema de la independencia que lo enfrenta con Cataluña”.

Advierte además que el hipotético triunfo del “Sí” conlleva un desafío institucional. “Hay otros aspectos a valorar como su financiamiento (salud, educación, Ejército, pensiones), política exterior, rediseño institucional”, asegura el catedrático de la Universidad Santo Tomás de Bogotá al tiempo que enfatiza que el tema financiero es un gran desafío, “recoger impuestos, sistema impositivo y generar la administración que va a generar todo esto”.