Clanes y redentores

¿Si no es en tiempo electoral, entonces cuándo conviene hacer crítica política? Para empezar otra lectura crítica bajo la perspectiva regionalista, debo porfiar en que, para los tolimenses, el fin intrínseco de la política es transformar el territorio, es decir, superar la premodernidad con sus visos feudalistas de hegemonías y pobrezas de toda índole y alcanzar la modernidad, entendida como era signada por la sostenibilidad del progreso, la equidad social y la calidad medioambiental (ello engloba todo cuanto desglosa la pequeña política para convertirlo en cliché electoral, maña contraria a la integradora y sistémica visión política del territorio). Así entonces, hasta ahora, y parece que hasta 2027, la transformación tolimense ha sido y será el fracaso de una torpe mentalidad y por tanto fracaso de los prosélitos de esa mentalidad.

Aclaro que con lo dicho no descalifico a ningún actor político (bueno, digamos que electoral) sino al trastorno psicológico que engendra ese narcicismo que impide el renacer del sentido político desde la identidad tolimensista, la visión estratégica que incentiva la cohesión social para encarar los retos del futuro y el liderazgo colectivo como motor sinérgico del cambio. El delirio narcisista hace que, en vez de democracia, acuerdos y trabajo en equipo, subsistan los clanes y broten embriones de gamonal que algunas veces eclosionan y producen relevo duradero o pasajero de la funesta zaga de clanes. Mientras el mesianismo inmoral y también el de buena fe, sea paradigma político dominante, la política de ideas y liderazgos colectivos no existirá y viviremos el axioma gatopardesco: “que todo cambie para que todo siga igual”.

Hoy la “pedagogía política” la imparten “maestros narcisistas y mesiánicos” y por ello, hasta quienes sinceramente quieren un mejor futuro, buscan un redentor y no un proceso político emancipador para hacer realidad los anhelos de los tolimense. Así entonces, el dechado de buen político será el fullero, ladino, populista y oportunista; los municipios serán cotos de caza electoral; las ideas políticas brillarán por su ausencia o serán anacrónicas por no surgir del fértil contexto territorial tolimense; las pequeñas obras que se hagan serán magnificadas para galardonar al “mejor gobernante”; las pullas majaderas se mediatizarán como “pruebas de genialidad política”; la inversión de nuestros impuestos y las trasferencias estatales serán “generosos aportes del gobernante de turno” y, así, la decadencia continuará imparable.

El caduco narcisismo redentor dejara de ser causa del atraso cuando la historia y el territorio tolimense sean temas de estudio, cuando la formación política del tolimense sea priorizada, cuando el regionalismo sea norte político y cuando haya escuelas de liderazgo para construir el genuino desarrollo regional. Los tolimenses algún día tendremos que reflexionar sobre la conveniencia de esa “política” donde ganan quienes la utilizan para hinchar bolsillos y egos, donde ganan los grandes poderes nacionales porque con personalismos y clanes regionales destrozan y atomizan al país y pierden las sociedades regionales, como la tolimense, porque esa anacrónica parodia política jamás nos permitirá hallar el camino correcto del progreso.

ALBERTO BEJARANO ÁVILA

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