Ante la muerte de tres irremplazables tolimenses

El inatajable paso del tiempo cual nocturno depredador sutilmente va cercenando nuestro pequeño solar, sustrayéndole día a día, hora a hora, segundo a segundo, lo valioso que por años con primor y afecto hemos acopiado y tanto llegamos a apreciar, y se va llevando, uno a uno, o en veces de un solo golpe...

...a aquellos que contribuyeron a  darle lustre y a engalanarlo desde las diversos cargos que sirvieron y en el ejercicio de las variadas responsabilidades que asumieron.

Fue así como en los últimos días y en disímiles circunstancias esa indeseada muerte alcanzó a tres seres, que si bien se desempeñaron en los disímiles roles que sus  profesiones les asignaron, se hermanaron en la excelencia y en lo positivo de su actuar en favor del buen suceso vital  de nuestro tierra, y sin proponérselo, casi que coincidieron en la fecha de su partida de este mundo.

Antonio Osorio, Francisco París Chiape y Leonel de la Pava Arellano, miembros todos de familias de sólidas raíces terrígenas y próximas a nuestros afectos, profundamente vinculados a la comunidad: el uno con una vasta trayectoria en la ciencia matemática y la docencia en “el Alma Mater” tolimense, el otro en el comercio, la banca y el desenvolvimiento económico regional, y el tercero en la ciencia del derecho, la administración y el agro, respectivamente.

El vecino de “la Pola” y compañero de bancos escolares, el inolvidable “la bruja” Osorio, cercano a pesar que las diferentes actividades que cada uno desarrollamos, pudieron distanciarnos física pero no afectivamente, pereció en un absurdo accidente lejos de su terruño y del calor de sus amigos y discípulos.

“Pacho” París, afable contertulio, siempre cordial, alegre y  servicial, haciendo gala de la bonhomía que distingue a los suyos como familiar recuerdo de mi entraña, ofició con lujo de competencia en el comercio y la banca los cuales ornó con su inteligencia, buen trato y por sobretodo rectitud.
Y Leonel, gran ciudadano, heredero de los señoriales modales de los suyos, quien por largo período se desempeñó como competente gerente regional del SENA, distinguido Notario de este Círculo, abogado y curiosamente agricultor en su segundo hogar Anaime, cuya honorabilidad, corrección y laboriosidad fueron su norte indefectible.

Tres paradigmas de  gran valía para el Tolima y atildadas cifras de nuestra sociedad, de aquellos que siempre “hicieron camino en su andar”; irreparable y sensible pérdida en una tierra que paulatinamente observa cómo se va sucediendo la mengua de sus valores de irremediable manera.

Con su muerte se tiene la evidencia de la merma de una gran porción del irrepetible pasado de Ibagué, la “tierra buena, solar abierto al mundo” que llamara el maestro Bonilla, sin que nada podamos hacer para evitarlo, en idéntica sensación a la que experimentamos cuando vemos caer bajo la piqueta del progreso las añosas casonas que alguna vez engalanaron nuestra urbe constituidas en razón de orgullosa identidad.

Junto a los míos quiero acompañar en fraterno abrazo a la totalidad de los familiares de cada uno de ellos, tan cercanos a nuestros afectos y querencias.

Credito
MANUEL JOSÉ ÁLVAREZ DIDYME DÔME

Comentarios