Un nuevo diálogo

Por tanto esperar alcanzar la paz con gentes que así razonan y actúan, envalentonados por la desmedida riqueza que les produce el más lucrativo y ruin de los negocios ilícitos, resulta por lo menos candoroso e ingenuo.

    Crece y se aclimata en la opinión la versión de que actualmente se está adelantando en territorio cubano, entre el Gobierno y la narcoguerrilla y a espaldas del país nacional, otro de los eufemísticamente llamados “diálogos con la subversión”, sin que previamente se hubiera producido señal alguna de la verdadera intención de esa banda criminal de cejar en su criminal conducta: al menos ha debido, como mínimo, haber devuelto los muchos ciudadanos que, fruto del secuestro armado, permanecen en sus manos; el cese a los atentados contra la infraestructura regional; la finalización del uso de las minas “quiebrapatas”, y una notoria “detente” de la actividad narcotraficante.


    Por ello preocupa a la opinión que tal negociación no sea nada distinto de una nueva cortina de humo de esa “narcopandilla”, en procura de ocultar ante el grupo social y la opinión civilizada universal, su verdadera identidad carente de norte político alguno, totalmente alejada de su primigenio propósito de la toma del poder para implantar una anacrónica y trasnochada ideología marxista-leninista y dedicada hoy a toda suerte de acciones criminales de lesa humanidad a la mejor manera de los grandes capos, para amedrentar por igual a políticos, hacendados, campesinos, pequeños comerciantes, estudiantes, sacerdotes y amas de casa, sin discriminación alguna.  


    Porque para evidenciar los perversos y malhadados propósitos y deducir de ellos el grado de perversión de estas gentes, basta repasar las imágenes de civiles y militares gravemente heridos y mutilados por sus “armas informales”, los inermes secuestrados atados con cadenas propio apenas de los genocidas de Auswitz y de los demás campos de exterminio de la Segunda Guerra Mundial o de las atrocidades de la violencia liberal-conservadora de los años 50, que aún recuerda gran parte de la opinión del país.


    La misma violencia criminal que el maestro Obregón denunció en su obra de aquel entonces o en Guernica, el monumental cuadro de Pablo Picasso con el que éste hizo otro tanto en su momento sobre el genocidio Nazi en aquel pueblo Vasco y que hoy se exhibe como testimonio de una época superada por gran parte de la humanidad en el Museo Reina Sofía de Madrid, o los tratos inhumanos y degradantes dados por los norteamericanos en Abu Ghraib en contra de los derechos humanos de sus prisioneros, que solo merecen el repudio universal por parte de los seres civilizados, simplemente porque no tienen “sentido alguno de humanidad”.


    Por tanto esperar alcanzar la paz con gentes que así razonan y actúan, envalentonados por la desmedida riqueza que les produce el más lucrativo y ruin de los negocios ilícitos, resulta por lo menos candoroso e ingenuo, como ellos mismo lo corroboran con cada una de sus conductas, a través de las cuales dejan traslucir su reticencia a negociar en serio, cesar hostilidades y reintegrarse a la vida civil.


    Igual que pensar en la posibilidad de una desmovilización de un “grupo criminal” nuevo rico y bien apertrechado, que cree tener “condiciones objetivas” de justificación en los escándalos por corrupción, la incompetencia administrativa y el enriquecimiento ilícito de muchos políticos y algunos empleados públicos, ya que su tozudez los lleva a que ni las consecuencias que sus crímenes puedan tener futuramente ante los tribunales internacionales de justicia los arredre.
    Amanecerá y veremos.

Credito
MANUEL JOSÉ ÁLVAREZ DIDYME-DÔME

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