¿Y si Santos faltará?

Los esporádicos períodos en los que ha regido la institución vicepresidencial, son más que suficientes para evidenciar que dicha institución, dados los nocivos efectos que comporta en cuanto incomoda nuestra poco racional forma de hacer política, debería suprimirse del texto constitucional, como muchos lo están pensando y diciendo.

Los esporádicos períodos en los que ha regido la institución vicepresidencial, son más que suficientes para evidenciar que dicha institución, dados los nocivos efectos que comporta en cuanto incomoda nuestra poco racional forma de hacer política, debería suprimirse del texto constitucional, como muchos lo están pensando y diciendo. 

Al efecto, bastaría mirar cómo desde los primeros momentos de nuestra vida republicana en la que fungió como tal, Francisco de Paula Santander y hasta nuestros días, la figura del vicepresidente ha operado como factor de perturbación en el discurrir político del país y le ha creado a éste, más problemas que soluciones, dado que los que han alcanzado tal dignidad, han llegado a ella como resultado de coyunturales componendas de simple mecánica electoral y no por razones de identidad doctrinaria y programática.

Ante lo cual más que coincidencias, de estos absurdos hermanamientos temporales, brotan contenidas frustraciones y aplazadas ambiciones, alimentadas por la proximidad al poder que llegan a tener estos eventuales mandatarios, como lo evidencian las varias conspiraciones contra los gobernantes, incubadas por sus vicepresidentes.

No obstante y para acentuar su carácter disfuncional y perturbador, la Constitución del 91 apenas si le señaló difusas funciones al vicepresidente, dejando que el gobernante de turno las asignara a su gusto, tal como ha ocurrido en la hora presente en la que Santos le fijó a Angelino el rol de “protector de los Derechos Humanos y la lucha contra la extorsión, el secuestro y la corrupción en el territorio nacional”, sin que importara el paralelismo que se creaba con las varias reparticiones estatales que de antaño tienen a su cargo el cumplimiento de esas tareas y sin advertir si aquel poseía o no las competencias necesarias para desempeñarlas con eficiencia.

De lo cual ha surgido una pugna entre el presidente y su vicepresidente que han dado origen a multiplicidad de apuntes y comentarios como los de aquel que pregunta a sus vecinos: ¿Se han sentado ustedes siquiera un minuto a pensar que pasaría si la muerte de Juan Manuel Santos fuera la noticia del día en el diario que ustedes compran o reciben regularmente, o en los extras que ofrecen los noticieros de radio y televisión cuando algún evento extraordinario sucede?

Pues nada más y nada menos que Angelino Garzón, -bien distinto políticamente al presidente y más parecido a Chávez o Evo-, entraría al salón de la historia patria como el nuevo primer mandatario de la Nación; se sentaría en el solio del libertador Bolívar y orientaría el país con su anacrónico y confuso discurso de contenido seudomarxista y militante del Polo en uso de buen retiro, todo esto gracias a los votos que unos cuantos miles de colombianos, depositaron, sin sopesar la fórmula vicepresidencial que se les ofreció.

Credito
MANUEL JOSÉ ALVAREZ DIDYME-DôME

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