¡O se está con el actual estado de cosas, o se está con ellos!

La violencia practicada por las FARC y el ELN, otrora grupos subversivos devenidos en narcotrafi cantes y terroristas comunes en cuanto dedicados a la destrucción de parte vital de muchos pequeños poblados,

ataques indiscriminados a una población civilinerme, aleves daños a la infraestructura y alsecuestro y extorsión de ciudadanos, -generalmentehombres de trabajo y empresarios delcampo-, han estimulado un comprensible yjustifi cadísimo sentimiento popular de repudio,que malinterpretado está llevando a plantearlea los colombianos un dilema maniqueoque sólo permite ver dos únicas posiciones:“¡O se está con ellos o con el actual estadode cosas!”.

Y acorde con ello, son muchos los “opinadores”que están saliendo a expresarse y presionara los pacifi stas o a aquellos que declaransu no alineamiento en ninguno de los lados dela confrontación, para que frente a los diálogosque se están desarrollando en Cuba y Noruega,abandonen las equidistancias, como condiciónindispensable para ser aceptados entre los demócratas.

Ante ello surgen algunas refl exiones quepueden llevar a relativizar el creciente unanimismoen torno a la supuesta inevitabilidad deesa simplifi cación maniquea, porque no creemosser los únicos que rechazan sin paliativo aaquellos grupos criminales, fundamentalmentepor razones éticas, al repudiar la muerte y ladestrucción como instrumento político, seacual fuere la fi nalidad que se invoque: el anacrónicocredo comunista, la igualdad, la justiciasocial o cualquiera otro de los múltiples “paradigmas”que se han inventado para morir ymatar por ellos.

Porque al margen de las consideracionespolíticas prima una superior razón de estirpemoral que evita aceptar una equidistancia entrela delincuencia y el Estado colombiano: lasuperioridad de un concepto de Estado que harenovado su concepción de los derechos humanos,predica la igualdad dentro de la diversidady tiene proscrita la pena de muerte, sobreunos “grupos armados” que matan a quien seles antoja y por los más nimios motivos, en lamás prosaica negación de cualquier noción dehumanismo.

Sin que se entienda que tal rechazo constituyeun tácito acuerdo con muchas de las cosasnegativas que vienen dándose entre nosotros,como la corrupción administrativa, la politiquería,el narcotráfi co o la injusticia, ya que elrepudio a las FARC y al ELN por su actuarvandálico y criminoso no constituye, no puedeconstituir, un acuerdo con el actual estado decosas que vive el país.

Militando “frente al rechazo a la violencia”,estamos, los hombres de derecha que aspiramosal orden, la libertad y sobre todo a la vigenciade la tradicional axiología, los liberalesrepublicanos de viejo cuño, los neoliberales, laizquierda moderada y, sin duda alguna, aún losnacionalistas y “los verdes”.

Sin que el dilema maniqueo nos lleve aaceptar la gran falacia que viene insinuándose:la identifi cación de la defensa de la democraciacon la defensa del actual estado de cosas.

Credito
MANUEL JOSÉ ÁLVAREZ DIDYME-DÔME

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