“Pensar fuera de la caja”

Alberto Bejarano Ávila

Al pensamiento disruptivo lo denominan “pensar fuera de la caja”, enunciado que significa “generar ideas más allá de los convencionales parámetros mentales o pensar creativamente y crear soluciones originales para problemas complejos”.
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Pareciera existir amplio consenso respecto a que el Tolima tiene que cambiar y ello alienta a aconsejar un proceso de apertura a procesos heterodoxos y estructurados de pensamiento grupal, creativo y propositivo que señalen vías distintas para lograr el desarrollo regional y anulen esa tenaz forma de autismo social (nadie oye a nadie) y esa cháchara que no expresa voluntad de cambio sino cantinelas engatusadoras que, implícita o descaradamente, salvaguardan el continuismo.

“Pensar fuera de la caja” es, por ejemplo, creer que la economía no es verdadero motor del desarrollo y que sí lo es la simbiosis de fuerza moral, identidad, visión del territorio, espíritu autonómico-regionalista, reencuentro social (moradores y diáspora), vocación cooperativa; espíritu emprendedor y más virtudes. Pero sucede que esta teoría, que podría sustentar, se ningunea o se juzga de exabrupto contra los parámetros mentales que nutren las hasta hoy inútiles tesis del desarrollo y por ello no pocos analistas y líderes pierden tiempo intentando sentar, vanamente, las bases del progreso regional en las ramas y no en profundas raíces.

No es fácil “pensar fuera de la caja” porque ello exige ser crítico y en nuestro medio la crítica no se toma como factor de equilibrio sino como resentimiento o como “lanzadera electoral” pues la lógica política dominante no entiende que algunos no tenemos como fin escamotear el erario y entronizar gamonales sino explorar y sugerir cómo salir del subdesarrollo. Donde abunda el personalismo y escasean las oportunidades es dable que nadie quiera dar ventaja a nadie y de ahí las tirrias, la oposición a lo nuevo y la connivencia y defensa de lo decadente, fenómeno que acentúa el círculo vicioso y hace difícil y riesgoso el viraje hacia el progreso.

¿Qué significan hoy las palabras desarrollo, democracia, unidad, cambio, estrategia, visión de futuro, diálogo, política, elección, liderazgo y tantas otras que oímos a diario? En verdad nada, pues tales enunciados se fueron oxidando o nunca tuvieron significados, digamos que didácticos, retadores y eficaces para enfrentar el futuro y hoy son solo lugares comunes o retórica del politiqueo. Para tener un “idioma” común, evolutivo, concluyente y vinculante he sugerido elaborar un glosario que restaure el hondo sentido de aquellas palabras.

Por descreer del vulgar politiqueo para mí buscar candidaturas no es opción, pero sí ejerzo la política planteando la gran minga de la inteligencia para transferir sabiduría a la juventud y juventud a la sabiduría. Cientos de contemporáneos míos, probos, lúcidos y expertos en todas las disciplinas y miles de jóvenes disruptivos e inteligentes deben ser llamados a trazar la hoja de ruta moral, ideológica, política, económica y estratégica para redimir el atraso del Tolima y, luego sí, invitar al ejercicio político decente y con verdadero sentido programático.

ALBERTO BEJARANO ÁVILA

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