Y sabemos que hay futuro

Alberto Bejarano Ávila

Tomo prestada una cita de Daniel Innerity que señala: “El ser humano es el único en el reino de los seres vivos que sabe que hay futuro”. ¡Hum!, en verdad no sé, pues se habla del poder de anticipación de otras especies, al menos en el corto plazo y tal vez con mayor precisión e instinto colectivo o cooperativo. ¿Saber que hay futuro afecta la imaginación y la conducta de la persona? Interesantes inferencias derivan de esta pregunta al contextualizarla social, territorial, cultural, histórica, ideológica, económica y políticamente; o mejor, seré directo: ¿Saber que hay futuro, incide en el pensamiento y el quehacer de los tolimenses?
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Profundos ensayos de psicología social, sociología y antropología podrían abordar el análisis de los patrones mentales con que, nosotros los tolimenses, asumimos el asunto del futuro. A quienes nos preocupa el Tolima, el tema de la mentalidad nos genera más preguntas que respuestas. Sin duda la pregunta crucial que uno se plantea para apuntalar sus convicciones es ¿por qué el futuro del Tolima siempre fue copia del pasado y copia amarillenta, si se mira en índices de calidad de vida? Otra pregunta al vacío es: ¿los tolimenses asociamos el futuro de nuestra región al futuro de las nuevas generaciones?

Y una más: ¿Acaso el futuro regional no se hace más incierto con el eterno éxodo de jóvenes, “ricos y pobres”, unos a estudiar en las mejores universidades colombianas y del exterior y a adaptarse a la modernidad para alcanzar su realización personal y, los otros, en búsqueda de oportunidades que el Tolima les niega y, cómo va la cosa, siempre les negará? Para nunca regresar, en su mayoría, así se va el futuro que encarna el talento y la energía juvenil y por ello y más, el mañana tolimense es predecible, es como pronosticar cómo estará Bolívar (su estatua) en 10 años; sin duda igual, más oxidada y con una corona de guirnaldas marchitas.

Se colegirá entonces que construir futuro no es frase para descrestar, pues en anacronismos de orden cultural, más que económico, incuba hoy el egocentrismo, la codicia, la autocracia (gamonalismo), la fragmentación social, la pérdida de identidad. El equivocado y consentido arquetipo mental que permite tanto desafuero en la vida regional tiene que demolerse para que nazca una cultura progresista, incluyente y solidaria y por ello la construcción del futuro no debe estar en manos de quien transmuta ideas en demagogia, electoralismos, facilismos, y corrupción, pues así nuestro futuro seguirá siendo nuestro pasado.

¿Saber que hay futuro exige pensar y decidir su construcción o, como lo hemos hecho, basta con esperarlo? El futuro es como una matriz del tiempo donde podríamos construir sueños, o intentarlo al menos, y para ello tendríamos que adueñarnos de nuestro tiempo y propiciar una simbiosis de identidad, contexto y unidad para poder ordenar las ideas y las estrategias.

Recordemos una vez más un aforismo de Carlo Cattaneo: “los pueblos que se hacen débiles en su pensamiento se hacen débiles en sus obras”.

ALBERTO BEJARANO ÁVILA

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