Consorcio aguas del Tolima (II)

Alberto Bejarano Ávila

Asociar el agua con la soberanía del Tolima es abrir oportunidades de progreso comunitario, pues cada peso pagado por su suministro es recurso financiero generador de utilidades que, convertidas en capital regional, podría usarse para preservar las fuentes, ampliar, tecnificar y mejorar el servicio, crear líneas compatibles de negocios y posibilitar planes de inversión para diversificar y apalancar otros proyectos públicos en el Tolima y así garantizar empleos estables (directos e indirectos. Éstas son algunas razones que fuerzan a relacionar la gestión del agua con una correcta visión regionalista, moderna y progresista del desarrollo regional.
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El Tolima no debe permitir siquiera asomo cesionista del agua porque ello atentaría contra el futuro de las nuevas generaciones y, para salvaguardar la propiedad y el disfrute del vital recurso, es preciso crear una gran corporación de aguas con capital tolimense (en lo posible democratizado o cooperativo) cuyas normas de excelencia sean: gestión ética y profesional, carrera administrativa, eficaz control económico, financiero y político; proyectos continuos de investigación en ciencias del agua y ramas afines; compras, construcciones y operaciones a gran escala y, para que sea competitiva, una calidad creciente y unas tarifas decrecientes. El cómo se gestiona hoy el agua de uso doméstico, agrario e industrial y como reserva que garantice el futuro soberano y próspero del Tolima, nos muestra que vamos hacia el abismo (privatización, escasez y pillaje creciente) y por ello es necesario dar oportuna voz de alarma y proponer una ambiciosa solución acorde a la visión de un Tolima próspero e incluyente. Si se quiere construir en serio y en grande el futuro autonómico del Tolima, la “Corporación Aguas del Tolima” resultaría de la fusión de todos o la mayoría de acueductos municipales y comunitarios del Tolima, en una gran empresa cuyo estatuto consagraría como codueños a los municipios, los usuarios (personas naturales y jurídicas) y las organizaciones sociales. Dejar las cosas como están puede desembocar en el gran fracaso histórico del Tolima, pues los síntomas ya los vemos en las mediocres zonas de confort que sólo originan “el síndrome de la rana hervida”. La corporación de aguas, bien capitalizada, gestionada y controlada por tolimenses no encuadraría en el capitalismo y sí en la democracia económica pues primaría la figura del asociado-usuario y, por lo mismo, la propiedad y la gestión serían participativas y el reparto de utilidades sería, de hecho, reducción tarifaria con mayor competitividad. Como otras soluciones, rumiadas por años, sé que está no se acogerá, no se oirá o merecerá una de esas frases huecas propias del burócrata cortoplacista y clientelista, pero al menos queda constancia de que hay otras formas de mirar el presente del Tolima y de pensar cómo construir un futuro mejor. Usar el agua sin afectar su conservación debe ser tema crucial en la visión estratégica del Tolima, pero los líderes lo han soslayado porque, creo yo, la política correcta y lo público, que deben ser prioridad, no figuran en su perspectiva del desarrollo.
ALBERTO BEJARANO ÁVILA

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