Anclar problemas o desamarrar soluciones (II)

Alberto Bejarano Ávila

Decía en la primera parte que la tragedia tolimense nos exige sincronizar el corazón con la razón porque irónico e ilógico es que grandes mayorías de tolimenses anhelemos que en el Tolima se ocasione un cambio pero que, luego de tantos años de sufrir un progresivo atraso, aún no sepamos cómo hacerlo y, en vez de buscar las soluciones, sigamos contemporizando con prácticas que por acción u omisión originan el atraso e impiden el cambio. Como aquello del corazón y la razón parece retórica sensiblera, debo intentar una explicación y, para ello, opinaré sobre el electoralismo y lo electoral, pues en éste sutil dualismo estaría la respuesta al por qué nuestro imaginario político apadrina el atraso en vez de ser motor del progreso.
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Digamos que el electoralismo resulta de creer que elegir es fin y no medio, o lo mismo, que “proyecto político” son candidatura atadas al personalismo enfermizo y cínico que acaban el día de elecciones y que, lo electoral, es sólo una etapa del complejo proceso político que supone visión social y territorial; principios; plataforma ideológica; organización (partidos, movimientos), militancia demócrata y ética, acuerdo programático, selección de candidatos idóneos para gestionar los acuerdos, control político. El sentido común y la experiencia nos dicen que lo electorero arruina sociedades y, deberían decirnos, que un auténtico proceso político-electoral las hace florecientes y que ésta es la única opción redentora del Tolima.

El corazón tolimense sufre el atraso, pero la razón le impide imaginar y comprometerse con un modelo realmente político porque la costumbre, la falta de autocrítica, la pseudo cultura política, la falta de pertinencia y honradez intelectual y el hambre, fuerzan la razón para que crea que el cambio consiste en anteponer candidatos buenos, pero sin organización política a politiqueros con aparato clientelista y bultos de dinero. El remedo electorero es ventajoso sólo para quienes buscan inflar sus egos, llenar sus bolsillos y urdir hegemonías que arruinan los anhelos de miles de personas; ellos sí saben qué es “proyecto político” y para qué sirven “las elecciones” pues así, además de lograr sus inicuos fines, corrompen la democracia para que el electoralismo siga siendo “asador” de buenas ideas y buenos líderes políticos, que se ven obligados a transigir con el politiqueo para evitar el olvido, pues en el Tolima las buenas ideas y los liderazgos legítimos solo serán posibles cuando emerja un nuevo orden político. Creo que en el Tolima el electoralismo no será vencido sólo con crítica y buenos propósitos, sino con un nuevo orden político que acoja al regionalismo como norte ideológico. Tal reto exige idear un proyecto político tolimensista, anteponer una decente política regional sobre la indecente “política nacional”, fundar un colectivo político-territorial que, en democracia, seleccione candidatos idóneos y que deseen trabajar en equipo para construir peso político y gestionar el progreso Por tales razones imagino a “Tolima, Causa Común” como colectivo de miles de tolimenses con egos sanos, tolerantes, dialogantes, con proyecto político sólido  y con líderes auténticos (no caudillistas) para encarar el desafío de trasformar al Tolima.

ALBERTO BEJARANO ÁVILA

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