No solo los liberales

Alberto Bejarano Ávila

La vieja y nociva sumisión al circo político nacional se patentiza en la lucha de todo aspirante electoral del Tolima para obtener franquicia (aval) y posición digna en las listas de partidos carentes de ideas consistente sobre cómo trasformar al país y menos al Tolima y, también, cuando los tolimenses votan por políticos foráneos para llevarlos al Senado.
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Ello, agregado al enraizado centralismo económico, gubernamental y cultural, demuestra cómo la anemia ideológica frena el progreso y agrava el atraso, pues el entorno socio-territorial tolimense, al no producir ideas de cambio, impide la correlación ideológica entre partidos, candidatos y objetivos a alcanzar y permite la propagación de la maleza politiquera.

Ahora anuncian, como inteligente acuerdo, que los liberales del Tolima (no todos, pues algo de cordura queda) votarán para senado por un “aspirante cuaresmero” y ello muestra que ningún político u organización política honra su compromiso con el progreso tolimense, que no existe peso político del Tolima ante el país y que muy lejos estamos de un ejercicio político que cohesione a los tolimenses alrededor de un histórico y honroso fin común. Sólo una rara alienación explicaría por qué el atavismo electorero, que ni esperanzas de un mejor futuro ofrece, se enquistó tan profundo en nuestra racionalidad política y de ahí la razón de quienes aconsejan que para avanzar es necesario “desaprender para aprender”.

Un modelo económico justo es imposible con ideas políticas erróneas y sesgadas y por ello, ejemplo, Colombia importa inversión porque la formación de capital propio no es estrategia para democratizar la economía; importa comida y arriesga la seguridad alimentaria porque priman los intereses oligopólicos sobre el bienestar campesino y las formas cooperativas de agroindustria y comercialización de alimentos. La misma lógica aplicaría al Tolima, donde la política, por impúdica y torpe, impide convenir un modelo de desarrollo propio; se traman alianzas sólo para encumbrar gamonales; se “exportan votos” porque no existe respeto por la democracia endógena; se “importan avales” por rehuirle a la organización política propia. Pero hipotecar las esperanzas de los tolimenses por migajas y canonjías personales no solo es usanza de “liberales”, es práctica por demás extendida que empezó en la “política” y fue invadiendo buena parte de la economía y la organización social y por ello estamos en mora de empezar un gran diálogo sobre el futuro tolimense partiendo de la premisa regionalista, autonómica o si quiere autárquica, porque desde la perspectiva economicista o politiquera ningún resultado provechoso podremos conseguir y en cambio sí extenderemos, quién sabe hasta cuándo, el insano hábito del blablablá para prometer y luego no responder.

Uno creería que la época electoral es ocasión propicia para conversar y concertar el modelo social, económico y político o las ideas motrices para el progreso tolimense, pero defrauda oír las mismas refritas soluciones o “emplastos tapa llagas” y ver cómo tanto personalismo y palabrería se apropian del sagrado derecho a votar con la esperanza de que así emergerá el nuevo Tolima. En su momento compartiré el razonamiento sobre mis votos en 2022.

ALBERTO BEJARANO ÁVILA

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