Foro, ágora o circo

Alberto Bejarano Ávila

El grave y progresivo deterioro de las condiciones de vida de los colombianos obliga centrar la atención en la elección del próximo 29 de mayo dado que, en más de setenta años, ahora es cuando más cerca hemos estado de la posibilidad de elegir para comenzar el gran cambio cultural y estructural en Colombia. Incoherentes e inconsecuentes son hoy las tibiezas y los tibios porque la encrucijada solo indica dos caminos, o cambiar o seguir sufriendo el atraso y sus efectos.
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Pero coadyuvar al cambio del país no implica olvidar el cambio en el Tolima, pues los tolimenses tenemos que resolver nuestra propia encrucijada y, además, porque las regiones tienen que cambiar para que el cambio nacional no se quede a mitad de camino.

Opino que, a diferencia de otros prospectos presidenciales que solo esbozan un reformismo elemental para que todo siga igual, el candidato del Pacto Histórico y quienes lo acompañan proponen cambios profundos que son difíciles de entender desde el extemporáneo talante desarrollista inducido y ejercido por quienes han detentado el poder en los últimos setenta años. Diría que Colombia hoy se congrega en el “ágora o foro” para debatir sobre cuestiones que todos nos atañen, que en ese debate pugnan tesis progresistas y fuerzas retardatarias y que nuestro voto decidirá si irrumpe una civilidad moderna o seguimos en la edad media.

No podrá negarse que en Colombia hoy ocurre un proceso determinante, pues decidiremos entre un futuro justo y moderno o un enfermizo amancebamiento con un pasado injusto y regresivo. Lo mismo no puede decirse del Tolima, donde no existe una pugna determinante porque la inacción, los sofismas, la indolencia y la falta de compromiso nos impide concurrir al “ágora o foro” para debatir sobre el pasado y el futuro y poner en pugna tesis progresistas vs. fuerzas retardatarias y más bien, así parece, establecimos nuestra propia zona de confort en un circo (en sentido peyorativo) donde algunos creen estar haciendo política sublime.

Si no fuera por su inicuo efecto en las condiciones de vida y la incertidumbre de futuro para miles de tolimenses, hasta risible y plausible resultaría el patético espectáculo que ofrecen saltimbanquis; titiriteros; magos conejeros; elefantes blancos y rosados; payasos lúgubres y torpes; transformers; escapistas; osos grandes y oseznos graciosos; jumentos parlantes; prestidigitadores que desaparecen erarios y hacen aparecer “genios”; culebreros farsantes que crean un surrealismo que altera percepciones, emociones e ideas y perturba el sentido de la historia, el espacio y el tiempo de los tolimenses. Aunque ofenda algunas dignidades, afirmo que es inaceptable continuar confundiendo un circo pobre con el “ágora y el foro”.

La pugna nacional entre progresistas y retardatarios deja una moraleja: el Tolima avanzará con ideas futuristas, pero no delirantes, ej. aeropuerto internacional y metro elevado. Urge entonces alejar el verbo fácil estableciendo trazabilidad a todo anuncio efectista y para ello debemos recordar lo anunciado y pedir cuentas luego, ej.: ¿en qué va el metro elevado?

 

ALBERTO BEJARANO ÁVILA

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