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Porque las condiciones están dadas, el triunfo de Petro en el Tolima debería ser inequívoco, pero observo (y ofrezco disculpas si yerro), que liberales y conservadores que posaron en fotos de adhesión al Pacto Histórico hoy no muestran el mismo brío que mostraron cuando los candidatos eran ellos y así no ayudan a neutralizar la “pedagogía” de odios y miedos con que descalifican la genuina razón política. A ocho días de la crucial votación, ellos pueden mostrar, con labor de campo, que es cierta su preocupación por la suerte de los colombianos. ¡Ya veremos y juzgaremos!
Miles de personas, sin afán electoral o de bombo mediático, realizan una ardua y metódica labor para difundir el programa del PH y contener el alud de mentiras y estupideces con que descalifican a Gustavo Petro para impedir que el cambio sea realidad. La verdad es que, por décadas, sobre todo las últimas tres, a los colombianos nos “educaron” para temerle y odiar todo cuanto signifique cambio y nunca, ni siquiera quienes posan en fotos de adhesión, nos enseñan a reconciliarnos como colombianos y en especial como tolimenses, a ver el futuro como destino común, a entender qué es Estado y qué es un genuino estadista y a conversar sobre tesis programáticas. Es por ello que un impredecible boquisucio, puede ser ascendido a categoría de estadista por “los pedagogos” o sofistas de odios y miedos.
Quedan ochos días para decirle o aconsejarle a los amigos y a tantas personas decentes que piensan votar en contra de una buena causa, no porque exista una causa mejor, sino porque enfermaron su corazón de temor y odio, que no le teman al cambio, que mejor teman a que Colombia sea cada vez más desigual, teman a quienes arruinaron la vida nacional y regional y teman a quienes causaron esa desigualdad que impide que millones de jóvenes (nuestros hijos y nietos) tengan oportunidades dignas para realizarse como personas.
La disyuntiva no está entre malos y buenos, pues el maniqueísmo nunca fue buen consejero, la disyuntiva real está entre continuismo o progresismo y por ello nadie debería cambiar la rebeldía inteligente y estructurada por un ignaro y enfermizo desajuste mental o votos en blanco. Digamos que es virtud política ser crítico sin odiar a nadie, porque con el subterfugio de infundir odios, también los etiquetadores intentarán acallar la crítica.
Muchas conversaciones sobre el presente he tenido con amigos, vehementes algunas, pero, hasta ahora, ninguna grosera o irrespetuosa y créanme que entiendo a esos amigos, porque intento entender cómo, en las últimas tres décadas, los realmente peligrosos construyeron odios y miedos para dividirnos y mantenernos en el atraso, pues así es como logran el poder para oxigenar su egocentrismo y apropiarse de los erarios y demás riquezas públicas.
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