“Pedagogos” de odios y miedos

Alberto Bejarano Ávila

Tengo plena convicción de que, con el triunfo del Pacto Histórico, el 19 de junio comenzará el fin de la infamia política que, con violencia, clasismo, racismo, engaño y corrupción, ubica al país en primeros lugares del ranking global de desigualdad social.
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Porque las condiciones están dadas, el triunfo de Petro en el Tolima debería ser inequívoco, pero observo (y ofrezco disculpas si yerro), que liberales y conservadores que posaron en fotos de adhesión al Pacto Histórico hoy no muestran el mismo brío que mostraron cuando los candidatos eran ellos y así no ayudan a neutralizar la “pedagogía” de odios y miedos con que descalifican la genuina razón política. A ocho días de la crucial votación, ellos pueden mostrar, con labor de campo, que es cierta su preocupación por la suerte de los colombianos. ¡Ya veremos y juzgaremos!

Miles de personas, sin afán electoral o de bombo mediático, realizan una ardua y metódica labor para difundir el programa del PH y contener el alud de mentiras y estupideces con que descalifican a Gustavo Petro para impedir que el cambio sea realidad. La verdad es que, por décadas, sobre todo las últimas tres, a los colombianos nos “educaron” para temerle y odiar todo cuanto signifique cambio y nunca, ni siquiera quienes posan en fotos de adhesión, nos enseñan a reconciliarnos como colombianos y en especial como tolimenses, a ver el futuro como destino común, a entender qué es Estado y qué es un genuino estadista y a conversar sobre tesis programáticas. Es por ello que un impredecible boquisucio, puede ser ascendido a categoría de estadista por “los pedagogos” o sofistas de odios y miedos.

Quedan ochos días para decirle o aconsejarle a los amigos y a tantas personas decentes que piensan votar en contra de una buena causa, no porque exista una causa mejor, sino porque enfermaron su corazón de temor y odio, que no le teman al cambio, que mejor teman a que Colombia sea cada vez más desigual, teman a quienes arruinaron la vida nacional y regional y teman a quienes causaron esa desigualdad que impide que millones de jóvenes (nuestros hijos y nietos) tengan oportunidades dignas para realizarse como personas.

La disyuntiva no está entre malos y buenos, pues el maniqueísmo nunca fue buen consejero, la disyuntiva real está entre continuismo o progresismo y por ello nadie debería cambiar la rebeldía inteligente y estructurada por un ignaro y enfermizo desajuste mental o votos en blanco. Digamos que es virtud política ser crítico sin odiar a nadie, porque con el subterfugio de infundir odios, también los etiquetadores intentarán acallar la crítica.

Muchas conversaciones sobre el presente he tenido con amigos, vehementes algunas, pero, hasta ahora, ninguna grosera o irrespetuosa y créanme que entiendo a esos amigos, porque intento entender cómo, en las últimas tres décadas, los realmente peligrosos construyeron odios y miedos para dividirnos y mantenernos en el atraso, pues así es como logran el poder para oxigenar su egocentrismo y apropiarse de los erarios y demás riquezas públicas.

 

ALBERTO BEJARANO ÁVILA

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