De pobrezas y utopías

Alberto Bejarano Ávila

Que el Tolima es región pobre es concepto relativo que debe ser escrutado para que, como generalidad, no siga usándose como argumento para hacer simple demagogia en el ajetreo electoral y otras ocasiones de la cotidianidad social y económica de la región.
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Siendo verdad de Perogrullo que la pobreza es carencia de riqueza, para el examen de la realidad tolimense esta correlación no es tan válida, pues la pobreza no es solo económica o monetaria porque tiene más formas (mental, moral, ética, identitaria, de cultura político territorial, de saberes pertinentes y otras) que darían para hacer un largo listado de pobrezas que suelen ocultarse para que no sepamos que la pobreza económica o monetaria de miles de tolimenses es solo consecuencia directa de esas otras pobrezas que, por no admitirse, no pueden remediarse.

Tal vez la economía sea el mascarón y los contenedores del barco del desarrollo, pero no es el motor y la hélice que lo impulsa y por ello el economicismo estilado en el Tolima no llevará a parte alguna o solo servirá de distractor para sostener lideratos innocuos con sus retóricas vanas para ganar votos y así lograr pequeños, cuando no mezquinos, intereses personales. Inician las campañas para obtener posición personal de poder en el cuatrienio 2024-2027 y claro, la pobreza económica y sus efectos colaterales será perorata de quienes decidirán la inversión o destino de no sé cuántos billones, porque son muchos billones los que el “pobre Tolima” tendrá, en 48 meses, como presupuesto acumulado de 47 municipios, gobernación, trasferencias nacionales, entes autónomos, cooperación internacional y otros ingresos.

El futuro del Tolima es diáfano porque académicos, investigadores, intelectuales y eruditos en general, como aporte a la pedagogía del desarrollo, pronto nos dirán como construir esas riquezas, no económicas, atrás aludidas, revelarán la suma del presupuesto consolidado del Tolima para el cuatrienio 2024-2027, el inventario de los recursos naturales subexplotados o no explotados y las oportunidades no utilizadas por los tolimenses y, además, dirán como organizar la sociedad civil para avivar el espíritu de convivencia y crear control político para que nuestros recursos no sigan siendo botín de la piratería politiquera y la escasa inversión no sirva para alcaldadas de ineptos y cínicos que posan de generosos con el dinero público.

El futuro del Tolima es claro porque, como muchos lo soñamos, la politiquería eclipsará ante el progresismo tolimensista que, como movimiento legítimamente político, surgirá en todo el territorio para repudiar la endemia populista y narcisista y trazar, de forma dialogada, los derroteros socioeconómicos (en suma, políticos) para rehacer al Tolima. El colectivo tendrá estructura moderna; realizará asambleas municipales y plenarias para debatir los grandes temas y elegir en democracia sus directivas; tendrá comisión de ética y, con reglas de juego limpias, escogerá candidatos y voceros. El Tolima tiene futuro claro porque el privatizado y desabrido salpicón partidista no será más crematorio del idealismo juvenil y la riqueza ética, mental, identitaria, territorial y del saber útil, hará posible una economía grande y justa.

 

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ALBERTO BEJARANO ÁVILA

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