El progresismo tampoco existe

Alberto Bejarano Ávila

La historia tolimense no existe, esta fue la teoría con la que hace pocos meses quise originar un diálogo o debate, que pusiera en perspectiva el lenguaje usado en tiempo electoral y ello porque, a mi juicio, gran parte de la opinión y diría que todos quienes aspiran a ser elegidos, en lugar de conceptos cargados de pertinencia o sentido restaurador, esgrimen una retórica vacía o lugares comunes que revelan la levedad mental de la política tolimense. Para reiterar mi opinión replanteo mi teoría y por ello hoy admito que los políticos tolimenses sí han sido constructores, pero de distopía histórica, pues el Tolima inclusivo, moderno, próspero y con alta calidad de vida que los políticos prometieron, sobre todo en las últimas cuatro décadas, lograron concretarlo en pobreza, desempleo, marginación, exclusión y atraso progresivo.
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Porque parece que la palabrería sin sentido o pertinencia restauradora seguirá encubriendo la política sin ideas y porque los obligados a ser conceptualmente serios no son los causantes del atraso tolimense sino quienes anhelan realmente su prosperidad, ahora debo decir que el progresismo tolimense tampoco existe y que por ello la palabra cambio seguirá siendo un comodín para la alternancia electoral que, cuando se logra, igual sigue construyendo atraso. El progresismo tolimense será simple eufemismo mientras confundamos personalismo con individualidad, confusión que se demuestra recordando que la “utopía” personalista sí pudo lograrse y por ello existen personajes que se hicieron “célebres” y seguramente millonarios con la politiquería ególatra, pero jamás vimos un equipo de valiosas individuales unidas por un mismo fin: rehacer al Tolima. Así entonces existen alternativos, pero no progresistas.

No existirá progresismo mientras avales y militancias de los autodenominados progresistas emanen y se asienten en el partidismo centralista, anacrónico, variopinta e indudablemente gestor y defensor de un sistema que, para prevalecer, procrea desigualdad, desplazamiento, violencia, racismo, clasismo, daño ambiental y más injusticias que laceran a la gran mayoría de colombianos. Para reconocer y acompañar al progresismo tolimense, que no alternancia electoral, sus tutores deben demostrar unidad de propósitos, visión integral o sistémica del territorio tolimense, acuerdo programático y estratégico para redimir al Tolima (incluyendo a Ibagué) y que los postulan y avalan partidos realmente progresistas y descentralistas; Solo la unión, la visión y las ideas compartidas de futuro legitimarán al progresismo tolimense.

Para que no parezca oportunismo, la crítica del progresismo no puede limitarse a denunciar, censurar y reprobar personas y hechos coyunturales ni debe desentonar con el progresismo nacional, pues es grosería basar la política tolimense en caducos cacicazgos de la “política” colombiana. La crítica del “progresista” es oportunista y vana si su fin es injuriar al politiqueo para conseguir votos y no construir lo que la politiquería jamás construyó y, por ello, la crítica debe tener sincronía con el principio de causalidad que explica el atraso tolimense para que así nazca el acuerdo sobre un cerebral y gran proyecto político que logre redimir al Tolima.

ALBERTO BEJARANO ÀVILA

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