El Tolima y su rumbo (I)

Alberto Bejarano Ávila

Afirmé que ni historia ni progresismo tolimense existen y sigo hilando razones que pudieran motivar el examen de académicos, intelectuales analistas y opinión en general para oxigenar y remozar la vida tolimense, carente de imaginarios de futuro y progreso, pero henchida de anacronismos
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. Ahora, saber que el espíritu tolimense anhela mejor destino obliga imaginar cómo construir progreso y no resignarse a la mediocridad y por ello opino sobre el territorio tolimense y el rumbo que lleva, pues este factor, añadido a la ahistoricidad y la ausencia de progresismo, no es justamente la matriz vital para concebir una prospectiva transformadora que cohesione a la sociedad tolimense para construir esa prosperidad anhelada.

Para entrar en cuestión apelo al símil, diciendo que el Tolima es un barco que amenaza ruina porque, por donde se mire, muestra averías graves que aumentan cada día y que pretenden remediar con promeserismo, sabiendo que este solo empeora los males (y, aun así, no cala la tesis sobre la necesidad de reinventar la política tolimense). Otra forma de reparar averías la aporta la sociedad civil que, pese a su buena intención, solo propone remiendos para cada daño sin que la gobernanza pare bolas porque, bien sabemos, esta emana del promeserismo político y, así entonces, la gente bienintencionada, por inercia o candidez, acaba pidiéndole remedios a quienes originan o incuban los males, práctica que se convirtió en círculo vicioso difícil de superar mientras nos guiemos por ideas y liderazgos anacrónicos.

Sin duda ya es tiempo de comprender que nuestro barco (el Tolima) es una unidad territorial que lleva rumbo contrario, hacia la nada, y que la capitanía de nuestro barco (los dirigentes en general), bien sea por ineptitud, candidez o inercia, solo ven las partes y no el todo y que, por ello, caímos en el hábito del casuismo inútil que consiste en usar los males más sentidos para conseguir votos o sugerir soluciones sensatas, claro que sí, pero a oídos sordos. Porque no existe sentido histórico ni progresismo tolimense es improbable que se levante “un motín restaurador” que destituya parte del staff de la capitanía, trace la ruta correcta, renueve la brújula y gire el timón para cambiar el rumbo. Urge tomar conciencia de que los problemas específicos hacen parte de un todo sistémico y que como tal tienen que resolverse.

Mientras por mala o buena fe, se desglosen los problemas y los contextos, nuestro territorio sufrirá la desunión y los paños de agua tibia serán remedios y así todo seguirá igual o peor. Como sana critica o consejo algunos me sugieren que plantee soluciones concretas y a ellos suelo contestar, con sincero respeto, que la cuestión concreta no es nutrir el casuismo sino tomar partido en la gran encrucijada que muestra dos caminos: hacia un Tolima moderno y próspero o porfiar en lo mismo creyendo que así construimos futuro y que, por ello, procuro aportar ideas que inviten a seguir el camino correcto y no refritos escandalosos, mediáticos y “taquilleros”. Continua…

 

ALBERTO BEJARANO

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