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Mas que la violencia de los años cincuenta, fue el Frente Nacional el que origino un big bang que convirtió el espíritu tolimense en infinitud de fragmentos dispersos que, para el efecto, son miles de ambiciones sin conexión alguna con una visión de futuro y unos trascendentes objetivos comunes y ello, agravado por la banalidad y el mórbido afán de figurar, se convirtió en tsunami egocéntrico y canibalesco que desarraigó el sueño descentralizador, pervirtió la política y convirtió lo electoral en una grave mentira que lleva, a quienes tienen vocación de servicio, a una disonante contradicción, convertirse en “políticos” monologantes, ermitaños, casuistas y gregarios del centralismo y el anacrónico politiqueo nacional y, por ello, hasta los “bienintencionados” nos seguirán desuniendo e impidiendo que emerjan poderosas fuerzas trasformadoras de la descarriada, inmerecida e insostenible realidad tolimense.
Porque a los tolimenses se nos hizo tarde para iniciar la transformación y porque el camino que seguimos desde hace tantos años conduce al atraso y a repetir un pasado funesto, quise sugerir algunas ideas, maduradas con el pasar del tiempo y que, estoy convencido, podrían restituir la fuerza moral, social, mental, económica y política regional. Así entonces, titulado “contracorriente” y en nueve entregas publicadas por END, propuse cuatro componentes o factores sustentados de la mejor forma posible, propuesta que fue bien recibida y corregida por muchas personas preocupadas por el destino tolimense y mereció “varios tintos”, pero, del mundillo electoral y de quienes en él pelechan, no se “oyó ni mu”, mutismo que entendí, pues en ese tragicómico esperpento electorero necesitan votos y no ideas transformadoras.
El Tolima empezara a cambiar cuando los tolimenses reconozcamos que tenemos obligación de trasformar el territorio y con él las partes (simbiosis transformadora) y así un fin superior nos reunificaría, tarea que obliga cambiar paradigmas y sumar individualidades que la prisa electorera no envilezca. Por ello y por enésima vez, planteo la necesidad del gran dialogo de la sociedad civil, pues bien sabemos que es toda la sociedad la que construye esa verdadera política que nunca debimos dejar en las manos destructoras del electorerismo ramplón.
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