Las formas de lucha

Alberto Bejarano Ávila

No pretendo ocuparme en abstracciones teóricas sobre la lucha social o la dialógica respecto a “mamertos y fachos”, solo quiero recordar, y de allí intentar alguna conclusión, las acciones con las cuales, a lo largo del tiempo, muchas generaciones de tolimenses hemos enfrentado injusticias, yerros y abusos de políticos y gobernantes “cortados con la misma tijera”, formas de lucha de hecho universales, pero que, como suelo hacerlo, contextualizo en el Tolima para que lo planteado y propuesto tenga pertinencia. Esta vez hablaré de la protesta como forma de lucha más utilizada y, para empezar, permítanme contar que, desde principios de los años sesenta, el suscrito ya participaba en protestas y frente a la Gobernación del Tolima coreaba aquella memorable cantinela: ”ahí están, esos son, los que venden…”
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Diferente al paro y otras formas de lucha social, la protesta cambió; hoy es más concurrida y carnavalesca y de cierta forma maratónica y por lo mismo inabordable por mi estado físico y por ello, cuando es justa, asisto discretamente y de lejitos. Pero lo que no evoluciona es el resultado de tal forma de lucha, pues una relativa retrospectiva revela que, comparados con los sesenta, hoy los problemas son más graves, complejos e insultantes y, retomo el contexto para que la idea ataña, el Tolima, territorio donde primero tenemos que lograr resultados, continúa sumido en el atraso con sus graves secuelas y la política sigue siendo medioeval y por tanto feudal, bárbara y corrupta y así nada permite pensar que lograremos recuperarnos del desastre histórico y que el fin de nuestro tiempo no nos encontrará protestando.

Claro que seguiremos protestando contra injusticias e infamias, pero igual debemos pensar que las formas de lucha social deben evolucionar, pues si a los crecientes males y corruptelas respondemos con acciones inútiles, entonces todo seguirá de mal a peor. Ignoro si en Tolima alguna vez la protesta, además de efímeras concesiones, causó algún cambio profundo o la renuncia de algún gobernante, pero sí sé que en otros lugares la protesta cambió el destino de sociedades y hasta la inmolación de lideres con honor, conciencia y vergüenza, atributos escasos en sociedades como la nuestra donde la decadencia crece por falta de honor, ética, honradez intelectual y ”mucho teflón” y por ello el propósito de la lucha social tiene que ser la reconstrucción moral, identitaria y paradigmática del Tolima, fin inalcanzable si la protesta no desemboca en opción de poder para trasformar y no para perpetuar la decadencia.

La protesta nunca debe instrumentalizar la voluntad colectiva para provecho individual y sí, para nuestro caso, debe ser ariete del proceso sociopolítico que haga del Tolima un territorio justo y moderno, evidenciado en prosperidad con equidad y armonía social, pleno empleo, riqueza económica (la región de dueños), espíritu cooperativo para hacer empresas, hábitat sostenible. Por décadas he sugerido crear un modelo político tolimensista sin lograr avances, pero si oyendo cómo, sin apropiársela con honradez intelectual, la idea es instrumentalizada o manoseada para provecho personal.

 

ALBERTO BEJARANO

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