El tren del desarrollo

Alberto Bejarano Ávila

Porque es urgente, porque es ineludible e inaplazable obligación de todos y porque es viable y posible, obsesiva es mi espera del momento de partida del tren del desarrollo tolimense.
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Pasa el tiempo, los años se hacen décadas y el momento no llega porque, en cada cuatrienio y otras circunstancias, una verbosidad hueca siempre logra engañarnos y, con falsos avisos, nos hace creer que ese tren ya está partiendo para que nuestra región continúe aletargada, cuando es cierto y excusen la analogía pueril, desde hace muchos años nos montaron en un tiovivo, a cada quien en caballito de resina y así, dando tumbos en círculo vicioso, pasan los días y ello, medido en tiempo de modernidad y equidad social, termina siendo un retroceso que nos aleja cada vez más de regiones que sí pusieron en marcha su tren del desarrollo.

Contra la irracional persistencia, la insistencia razonada, es premisa que acato. “locura es hacer lo mismo una y otra vez esperando obtener resultados distintos”; esta frase, atribuida a Einstein, anima a invitar a desmentir lo atrás dicho y por ende a sustentar cómo la retórica y el proceder “político” que hoy vemos y oímos y, porqué no, el razonamiento de los agentes económicos y sociales, sí muestra rutas nuevas y diferentes, ejemplo, ideas o convocatorias congruentes y sustentables que permitan creer que, por fin, el tren del desarrollo tolimense inicia la marcha. 

Estaré atento, pues quizá deba cambiar mi creencia de que absolutamente todo cuanto hoy sucede, siempre sucedió y que, haciendo siempre lo mismo, es majadería esperar resultado distinto a ver jinetes en caballitos de tiovivo, autoproclamándose, e igual siendo proclamados, como libertadores del atraso del Tolima.

Nada personal ocasiona mi parecer, pues siendo ecuánime, en las caras que hoy muestran tarjetones y periódicos, vemos personas probas y de buena voluntad y, quizá, a ellos aluda luego, pero el asunto es que el desarrollo no radica solo en rectitud y buena voluntad, pues si bien ayuda, cierto es que corrupción, desempleo, miseria, hambre, debilidad empresarial, deterioro ambiental, etcétera, son efectos y no causas (recordemos aquello de “la causa de aquella causa”) de la errada construcción social y económica del Tolima y por tanto con sus actos y “origen político” (tesis, acuerdos, avales, mentores) no reparan el error constructivo y si agravan la deformidad política que impide la partida de nuestro tren del desarrollo.

Existe politiquería porque no existen ideas motoras para trasformar al Tolima y, el complejo y profundo pensamiento, emerge de la suma de inteligencias (la inteligencia colectiva) y no de candidatos, en mayoría ególatras y con inteligencia funcional que los convierte en mesías tóxicos para el liderazgo colectivo. Educadores, intelectuales, gremios, gestores culturales, organizaciones sociales, etcétera, están llamados a construir, a mano compartida, el camino del desarrollo y, los políticos funcionales, como debe ser, serían el engranaje entre las ideas del desarrollo y la administración del erario (gobiernos). Nada personal, pero sin una nueva política regionalista, nuestro tren del desarrollo jamás partirá.

 

ALBERTO BEJARANO

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