Repidante y canallesco

Alberto Bejarano Ávila

Hago alto en mi habitual temática sobre el futuro regional para decir que, quienes residimos en los alrededores del “Parque Murillo Toro”, al igual que quienes habitan las proximidades de los distintos parques, plazoletas y demás espacios públicos de Ibagué, debemos entender que estos son lugares propicios para el goce personal, para la camaradería, para ejercitar o exhibir actos culturales y, en el caso del “Murillo Toro”, por ser atrio de la Gobernación, para ejercer el derecho a la protesta y otros convites cívicos. Igual debemos entender que, dadas los altos índices de desempleo e informalidad en Ibagué, estos espacios deben acoger ferias artesanales y más eventos económico-culturales mediante los cuales, cientos de personas, muestran sus saberes y destrezas y obtienen el sustento familiar, respetables propósitos que obligan tolerancia y apoyo acorde a nuestras posibilidades.
PUBLICIDAD

Toda actividad realizada en sitios públicos, bajo cánones razonables de convivencia, merece nuestra anuencia y respaldo, pero también estamos obligados a exigir respeto y solidaridad con la gente mayor, algunos con dolencias graves, que habitan las proximidades del “Murillo Toro”, emblemática plaza hoy convertida en el “Murillo Arena” porque recurrentemente y sin duda con altos costos, se elevan carpas gigantes y se instalan potentes equipos de sonido para realizar conciertos y más eventos que rebasan la lógica de la respetuosa armonía en el uso del espacio público. Esta arbitrariedad contrasta con el abandono del Parque Centenario y su concha acústica y pone en evidencia cómo la ineptitud es proporcional a la satrapía del pan y circo o populismo ramplón que, cada vez con más saña, lleva al Tolima a la decadencia.

Sucesos recientes de canallesco irrespeto al derecho a la tranquilidad ciudadana fueron los conciertos del folclor (de folclor pocón) que concluían a las tres de la madrugada; el insípido cumpleaños de Ibagué, que, salvo el insulso protocolo de inicio, durante 16 horas continuas, hasta las 3 de la madrugada, mostró cantantes y orquestas de todo tipo, mientras que brilló por ausencia la cultura ibaguereña (videos, fotografía, relatos, alegorías. La tapa del cóngolo fue el festival realizado del 10 al 13 de noviembre en el que cada día y por 18 horas continuas (72 horas) hubo concursos de hip hop, bachata y otros ritmos, conciertos de música techno y rock latino que causó una presión sonora que llegó a 83.3 decibelios (lectura en 5 puntos). Algún genio torpe ripostará si digo que Suiza prohíbe el ruido sábados y domingos.

Amable lector, que sentiría usted si a pocos metros de su vivienda realizaran continuamente conciertos con instrumentos percutidos y gritería, aupada por zafias autoridades públicas y sin que de ello se ocupe la autoridad policiva y judicial, los organismos de control, Cortolima y ambientalistas que desvirtúan su noble lucha científica, ideológica y política con batucadas causantes de contaminación auditiva. Los administradores de inmuebles del entorno deben reunirse para orientar protestas y acordar acciones legales para que estos eventos, del gusto de muchos, se realicen en lugares donde no violen el derecho al sosiego ciudadano.

ALBERTO BEJARANO ÁVILA

Comentarios