Gratitud

Alberto Bejarano Ávila

“La esperanza es esa cosa con plumas que se posa en el alma y canta sin parar”. Este párrafo de Emily Dickinson sirve de prefacio para desear a los tolimenses y a quienes pacientemente soportaron mis escritos, feliz navidad y generoso 2024. Aunque la realidad social dé motivos para ser escéptico, no debemos descreer de la esperanza y, para no flaquear, cito un axioma de Einstein: “aprender del ayer, vivir para hoy, esperanza para mañana, pero lo importante es no parar de cuestionar”, proverbio contrario a la cita que de una milonga hiciera Savater, “a veces la esperanza son ganas de descansar”, para señalar que, “en este caso, la esperanza es un estado pasivo para no actuar y esperar a que las cosas ocurran por inercia o por azar”.
PUBLICIDAD

Porque del 2023 y de años anteriores queda el sinsabor de no haber hallado siquiera mínimo interés para conversar sobre temas trascedentes respecto al futuro tolimense, hoy sugiero, a quienes les preocupa el mañana de sus hijos y el de las nuevas generaciones, que propicien diálogos sobre el qué hacer, para que la inercia, el azar y la arcaica y casi siempre mezquina mentalidad no sigan guiando nuestros destinos. Para que ese hasta ahora frustrado diálogo inicie por buen camino, diría que el primer acuerdo a lograr (en ello seré recurrente) es sí debemos pensar el desarrollo tolimense como estadio superior de vida y seguir pensándolo desde las pequeñas obras, pues ello determinaría si el horizonte tolimense será trascedente o continuará aprisionado por un pasado medioeval y decadente.

Digo lo anterior porque inicia nuevo cuatrienio de gestión pública precedido de “premios y homenajes” a gobernantes que, como los de siempre, cumplieron con la elemental y mínima obligación de invertir recursos del erario en pequeñas obras y, salvo la corta y utilitaria Visión Tolima 2050, nunca invitaron a pensar el futuro tolimense desde la modernidad, la civilidad, la inclusión social, el humanismo y la calidad de vida. Aunque por su crudeza no sea de buen recibo, debo afirmar que, hasta hoy, nada extraordinario se ha hecho para cambiar el rumbo tolimense y por ello es fantasioso y delirante hablar de gestión histórica y, por tan inequívoca razón, la institucionalidad tolimense, pensadores y medios, tendrían que ser más rigurosos en sus juicios de valor para ayudar a que la gestión pública origine sucesos transformadores y no continúe reeditando un pasado regresivo y empobrecedor.

Finalmente, y así no sea con alardes emocionales, agradezco sinceramente a todos aquellos que estuvieron presentes en circunstancias cruciales y me ofrecieron su voz de aliento y leal consejo. Expreso mi gratitud porque entiendo que la ingratitud no tiene memoria y siempre tiene nuevo interés y por ello con el ingrato siempre estaremos en deuda y nunca tendremos méritos. Igual agradezco a quienes toleraron mis críticas y mi negativa a contemporizar con la mentalidad dominante en el Tolima y con la renuencia a conversar sobre cuál es el camino correcto que debe transitar el Tolima para alcanzar sitio digno en la historia. 

ALBERTO BEJARANO ÁVILA

Comentarios