Nueva mentalidad (II)

Alberto Bejarano Ávila

Continuando con la cuestión de la rancia mentalidad que impide superar el atraso tolimense y cómo tal arcaísmo contrasta con el notable talento tolimense, diría que la continuada fuga de ese talento demuestra que el Tolima fue invadido por una caduca manera de pensar que se caracteriza por ser hostil e irrespetuosa con la inteligencia raizal y por demás obsequiosa con las ideas ajenas y, por ello mismo, el mundillo político, intelectual y tecnócrata presume del saber por el saber, pero no del saber para hacer (para cambiar realidades). 
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Así entonces el intelectualismo, que ni siente, ni entiende, ni piensa al Tolima o intelectualidad inorgánica en mirada gramsciana, impide que la academia, los investigadores y los pensadores generen legítimo pensamiento regional. Oportuno y necesario es entonces reiterar que el Tolima no es un territorio pobre sino empobrecido por una anacrónica y enquistada manera de pensar 

Si la identidad, los paradigmas, el sentir y los referentes que deberían informan e estimular la teoría sobre desarrollo siguen siendo avasalladas por el obtuso pragmatismo y la ausencia de pertinencia, casi imposible será que los tolimense podamos trazar una nueva perspectiva de futuro fundamentada en sus recursos y potencialidades endógenas y, al contrario, lo más probable es que sigamos sacrificando o declinando posibilidades y oportunidades ciertas de prosperidad y plena realización para nuestra juventud a efectos de que la politiquería criolla y la plutocracia económica, con la complicidad de esa intelectualidad inorgánica, conserven sus dañinas hegemonías y sus franquicias para explotar nuestros recursos y oportunidades y así obtener beneficios leoninos en perjuicio de la inclusión económica de los tolimenses y por ello con, palabrería falaz, siempre impedirán que el Tolima sea una región de dueños.

El siempre diferido progreso tolimense empezaría a hacerse realidad cuando, en correlación simbiótica, las ciencias sociales y las ciencias económicas se enriquezcan con pensamiento regionalista para así generar grandes cambios paradigmáticos y culturales que posibiliten la implosión del espíritu identitario y protagónico de región y de ideas fuerza que, compartidas y sentidas por la sociedad civil y la economía diversa, prohijarán la unión de voluntades para alcanzar la prosperidad tolimense. Porque le han rehuido, recordémosle a quienes se ocupan de conceptualizar y diseñar la hoja de ruta hacia el futuro regional, que su trabajo será inútil mientras no reconozcan y enfrenten las causas de esa vieja mentalidad que impide construir una identitaria, autonómica, reflexiva e integral visión estratégica de desarrollo tolimense.

Dicho lo dicho, entonces el atraso del Tolima no lo causa la falta de talento y sí la extendida mentalidad medieval y conservadurista que impide aquilatar el talento con fundamentos regionalistas. En algún escrito decía que en el Tolima no había progresismo, tesis que reitero arguyendo que, a quienes causan y se lucran del atraso y quienes dicen ser progresistas, los cobija la misma lógica y, por ello, “la política” siempre será pequeña y cositera (remendona o reformista) y jamás una fuerza trasformadora para construir modernidad y prosperidad.


 

Alberto Bejarano Ávila

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