¿Qué hacer con el liberalismo?

Alfonso Gómez Méndez

En estos días, dentro de la celebración de los cien años de la fundación de la Universidad Libre, se conmemora en Ibagué, el centenario de la convención liberal que tuvo lugar en marzo de 1922 en esa ciudad.
PUBLICIDAD

Los escritores Augusto Trujillo y Guillermo Pérez han señalado en sendas columnas en el periódico “El Nuevo Día” la importancia de este certamen para el liberalismo y el país. En efecto, en pleno régimen de la regeneración, el jefe liberal, Benjamín Herrera, fue derrotado en 1922 por el general Pedro Nel Ospina. Las bases liberales alegaron fraude y curtidos generales de la guerra de los mil días llamaban a somatén para invocar otra vez el camino de las armas.


Otros liberales, encabezados por el gran Benjamín Herrera, convocaron a la renovación del partido y realizaron la convención, de gran contenido ideológico, que sembró las bases de lo que sería la famosa revolución en marcha de López Pumarejo que significó el gran sacudón social y político contemplado en la reforma constitucional de 1936, que sentó las bases del Estado social de derecho.


A sus 72 años, el corajudo general pensó en el futuro del liberalismo; en esa convención, esbozó la necesidad de la intervención del Estado para conseguir la justicia social, propuso la moción de censura a los ministros y la elección popular de alcaldes, entre otros planteamientos. Pero además, para estimular las ideas liberales y la formación de líderes, la convención decidió crear la Universidad Libre, idea que se concretó al año siguiente. Al lado de la Universidad Externado de Colombia, fundada en 1886 por jóvenes del radicalismo liberal como reacción a la regeneración, estas dos universidades fueron los dos grandes centros del pensamiento liberal.


La postración del partido entonces obedecía a la persecución, el exilio y el destierro. Y logró, a partir de esa convención, renovarse y cambiar el país. Años después, pudo superar las consecuencias de la división y de la violencia. Cuando por efectos de la “modorra” del Frente Nacional, se fue anquilosando hasta convertirse en el “buey cansado” del que hablara Carlos Lleras Restrepo, tuvo la inyección de renovación con el MRL de López Michelsen, y del Nuevo Liberalismo con Luis Carlos Galán y Rodrigo Lara Bonilla.


Hoy, como hace cien años, el liberalismo está postrado y agotado, pero por razones bien distintas. En 1998, con Horacio Serpa, alcanzó cinco millones y medio de votos. En el 2002, con el mismo candidato, la votación se redujo a tres millones y medio. En el 2005, Ernesto Samper y Horacio Serpa cometieron el error histórico de entregarle una “jefatura única” a César Gaviria, creyendo que con ese apoyo -que no lo habían tenido en el 98 ni en el 2002- alcanzarían la Presidencia. En el 2006, bajo la dirección de Gaviria, la votación de Serpa se redujo a un millón y medio de votos. Con la misma jefatura -que ya completa diecisiete años- en el 2010, su candidato, Rafael Pardo, sacó cuatrocientos mil votos y el partido estuvo a punto de perder la personería. En el 2014, no tuvo candidato. En el 2018, el candidato del mismo jefe único, Humberto de la Calle, apenas superó los cuatrocientos mil votos.


Ahora tampoco tiene candidato propio y está pensando a quien endosa los mismos dos millones de votos que ha tenido en los últimos doce años. A diferencia de lo que pasa en todo el mundo, las derrotas no han tenido ninguna consecuencia a nivel de jefatura, y las bases no son consultadas. El liberalismo se ‘parlamentarizó’ –es decir se alejó de las bases– y por eso se presenta como gran triunfo tener catorce o quince senadores, cuando en 1998, con todo y proceso 8.000 a cuestas, tenía más de cincuenta. Ojalá, para tomar la decisión de a quien adherir, se convocara como ordenan los estatutos, a un verdadero congreso del partido. Sería la oportunidad para comenzar un proceso de renovación como en 1922. Irónicamente, quien ahora habla de los avances de la revolución en marcha es Gustavo Petro.


Esta sería la ocasión para que el liberalismo se modernice y comience un proceso de reconexión con la Nación como se hizo hace cien años. Están dadas las condiciones para el inicio de una nueva reconstrucción liberal, superando el rumbo actual, lo que supone atraer nuevamente estudiantes, obreros, sindicatos, académicos y empresarios.

Alfonso Gómez Méndez

Comentarios