La Vicepresidencia

Alfonso Gómez Méndez

Si analizamos los antecedentes de la figura, parecería un poco desproporcionada la importancia que se le ha dado al escogimiento de la ‘fórmula vicepresidencial’ por parte de los actuales candidatos a la jefatura del Estado.
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Desde las primeras constituciones se estableció la institución de la Vicepresidencia para reemplazar al Presidente en sus faltas temporales o absolutas. Durante el siglo XIX, unas veces tuvimos Vicepresidentes y otras, designados nombrados por el Congreso. Por la manía de Núñez de hacerse elegir para luego irse a meditar al Cabrero en Cartagena, Miguel Antonio Caro, como Vicepresidente, desempeñó la Presidencia por muchos años.

Desde cuando, el 31 de julio de 1900, siendo Presidente y Vicepresidente, respectivamente, los ancianos, Sanclemente de 84 y Marroquin de 74 años, este último, le dio al primero un golpe de Estado, quedó en el imaginario político que el Vicepresidente o quien hiciera sus veces, tenía vocación de conspirador. De ahí viene, por ejemplo, la absurda norma de hoy, que hasta el Ministro Delegatario, tiene que pertenecer al mismo partido del Presidente, disposición bien difícil de cumplir cuando no hay partidos y los Presidentes se eligen por coaliciones.

Es conocido que el dictador Rafael Reyes con una Constituyente de bolsillo, en 1905, cambió la Constitución para prorrogarse el periodo. Como la Vicepresidencia era un obstáculo, logró que el vicepresidente Ramón González Valencia renunciara, con la mediación del Nuncio apostólico, Monseñor Ragonesi, quien, a cambio, le levantó unos votos de castidad; así, Reyes suprimió la Vicepresidencia.

En 1910, se estableció la figura del designado –inicialmente eran dos– elegidos por el Congreso por periodos de dos años, cuya única misión era reemplazar al titular en caso de licencia, renuncia, muerte o destitución. No tenía cargo público alguno, ni casa, ni sueldo, ni misiones especiales, ni edecanes. Y esa institución funcionó muy bien entre 1910 y 1991. Como designados, ejercieron la Presidencia por períodos más o menos largos: Darío Echandía por ocho meses, Alberto Lleras Camargo por un año, y Roberto Urdaneta Arbeláez por más de un año por la enfermedad de Laureano Gómez. Otros ilustres colombianos fueron presidentes encargados por cortos periodos.

Se le atribuye a López Pumarejo la frase de que los colombianos pensamos como quien decía, “ya que la fiesta está buena, vámonos para otra parte”. Así actuamos. Como la designatura funcionó muy bien durante ochenta años, nos embarcamos en el restablecimiento de la Vicepresidencia en la Constitución del 91. La verdad es que desde el punto de vista puramente constitucional, la única ‘función’ del Vicepresidente es esperar el evento de la muerte, la licencia, la renuncia o la destitución del titular. Como lo ha recordado Oscar Alarcón, la Vicepresidencia no es un cargo sino una expectativa.

Pero como suele ocurrir, todo se distorsiona por la vía legal, atribuyéndole misiones, incluso ministeriales, convertimos la Vicepresidencia en un cargo. Y quien lo inauguró fue Ernesto Samper, que en la plaza de Bolívar, sonriente, ‘posesionó’ a su fórmula Vicepresidencial, el hoy senador de Oxígeno Verde, Humberto de la Calle, gran jurista y pensador. 

Previamente se le había encomendado al gran arquitecto Salmona hacer la preciosa ‘casa de la Vicepresidencia’. Pastrana, sin problemas, tuvo a Gustavo Bell, a quien nombró Ministro de Defensa. Uribe en sus dos periodos manejó bien a Pacho Santos. Juan Manuel Santos, encomendó el tema de los derechos humanos a su primer vicepresidente, Angelino Garzón, nombró en varias carteras a su segundo Vicepresidente Germán Vargas, y entregó el manejo del posconflicto a su tercero, el General Óscar Naranjo. Son conocidas las no disimuladas discrepancias entre Duque y su Vicepresidenta Marta Lucía Ramírez.

Se equivocan quienes piensan que para llegar a la ‘fórmula’ hay que pensar en regiones, género, color de piel, habilidades en el deporte, o experticia en determinada rama. Sumar votos –si es que eso es posible– no siempre es la mejor opción. Como lo escribió María Isabel Rueda, lo único que debe pensar el candidato es si el escogido como segundo, tendría todas las condiciones para llegar a ser primero o primera, como se dice ahora.

 

Alfonso Gómez Méndez

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