Freddy Rincón y la década del 90

Alfonso Gómez Méndez

Por múltiples razones, fueron más que justificadas las expresiones sinceras de dolor del pueblo colombiano por la prematura y absurda partida, en un accidente, del gran Freddy Rincón, futbolista de excepcional talento, que hizo vibrar a varias generaciones y nos regaló inmensas satisfacciones de emoción nacionalista. 
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Por cosas del destino, otra gloria del fútbol, Marino Klinger, también nacido en Buenaventura, jugador de Millonarios y de la selección Colombia que en 1962 logró un empate 4-4 con sabor a victoria frente a la poderosa selección de la URRS, también murió en un accidente de carretera.

Tal vez, lo único que nos une a los colombianos –verdadero elemento de cohesión nacional– es el fútbol, hasta el punto de que en plena confrontación con las Farc, guerrilleros y soldados hacían una ‘tregua’ para ver los partidos de la selección. Además, para muchos muchachos de origen humilde –buena parte de ellos de la Costa Pacífica– el deporte y entre ellos el fútbol, es casi el único canal de ascensión social y económica. 

Con inmenso talento y a puro pulso, se abren paso sin contar, como debiera ser, con el apoyo del Estado. Nosotros, los volvemos ídolos por un tiempo, los ensalzamos hasta la adulación, los criticamos frente al primer traspiés deportivo o personal y nos volvemos a acordar de ellos al momento de su muerte. Ahí sí, les hacemos todos los homenajes que les negamos en vida.
La estrella de Freddy brilló en un momento particularmente accidentado de la historia reciente. Freddy y otros jóvenes por momentos le devolvían la esperanza al país con sus trayectorias vitales y sus hazañas deportivas.

El gobierno Barco en 1989 tuvo que suspender el torneo por el asesinato de un árbitro en Medellín después de un partido de fútbol. De la mano maestra del profesor chocoano Francisco Maturana, la selección que nos representó en el Campeonato Mundial de Italia en 1990, y gracias a ese gol que los medios han vuelto a repetir, que Freddy deslizó entre las piernas del portero alemán el 19 de junio de ese año, nos llevó hasta los octavos de final. Maturana y los integrantes de la selección: Higuita, el ‘Pibe’, Leonel Álvarez y varios más, eran considerados héroes nacionales. 

Cómo sería su aceptación popular que el M-19, recién reinsertado y que siempre le apuntó a lo mediático, hizo elegir en sus listas como Constituyente al entrenador de la selección, quien, en un acto responsable, se negó a posesionarse. Al ‘loco’ Higuita, Antonio Navarro también le ofreció ser constituyente. El inolvidable portero le contestó que ya estaba comprometido, pero que aceptaría para una próxima. ¿Será que además de deportista era politólogo y pensó que después se convocaría otra constituyente, como a veces se sugiere?

Tengo recuerdos personales muy claros sobre ese 19 de junio de 1990. Era el Procurador General y estábamos en medio de las bombas del narcoterrorismo que pretendía tumbar la extradición. La participación de nuestra selección en el campeonato era un bálsamo para todos los colombianos, y ese partido era decisivo. 

Recuerdo haber invitado ese martes a la Procuraduría al General Nelson Mejía Henao, comandante de las Fuerzas Militares, con quien me unía una gran amistad, ya que además había sido Procurador Delegado para las Fuerzas Militares, para que viéramos el partido en compañía de todos los altos funcionarios del Ministerio Público y de mi hija Rosita; el viernes anterior me llamó para decirme: “Alfonso, creo que no me vas a mantener la invitación, porque me acaban de retirar”. Le contesté que con mayor razón ahora lo esperaba. 

Como suele ocurrir, el Presidente electo César Gaviria –según me lo contó Germán Montoya– le había pedido al presidente saliente que para las decisiones que iba a tomar respecto a las Fuerzas Militares les pidiera la renuncia a los Generales: Mejía Henao y Arias Cabrales.

Todos sufrimos el partido y nos abrazamos, entonamos el himno nacional después del agónico y magistral gol de Freddy Rincón. Ojalá que en su memoria el Estado piense en apoyar a los jóvenes talentos y en arreglar la explosiva situación social y de orden público de su patria chica, sí, la querida Buenaventura.

 

Alfonso Gómez Méndez

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