Vanidad y salud

Llegó hasta mi consultorio una dama de unos 40 años, con un problema que, por lo común y cotidiano, me atrevo a comentar con ustedes. Ella quería bajar de peso.

Le preocupaba que por más que hacía dieta, un plan diario de ejercicios y se cuidaba en evitar alimentos por fuera de la dieta, no rebajara ni un gramo. En su historia figuraban dos liposucciones, una corrección de nariz y párpados, así como un levantamiento de glúteos y de senos…

Mentalmente me pregunté qué le pasaría a esta señora, que no se quería ni un poquito. No gustaba de su apariencia y su obsesión era parecerse a las modelos y estereotipos que salen en revistas y televisión, hasta el punto de exponer su salud y la propia vida, sometiéndose a cirugías, todas guiadas por la vanidad. Es como vivir una vida prestada. La sociedad de mercado, en este caso, las empresas de belleza, salud y vestido, establecen un prototipo de belleza para las mujeres. Deciden si el cabello debe ser rubio, negro, liso, largo o corto, si las caderas, los labios y los senos deben ser prominentes o discretos, cuál debe ser el talle de la cintura, etc. Y nuestras mujeres, impulsadas por la publicidad y la vanidad, hacen todo lo que esté a su alcance para lucir iguales o parecidas al modelo. Esto también ocurre con hombres, niños y hasta personas de edad…

Un recién nacido recibe una herencia genética y sobre ella, poco a poco y a medida que crece, edifica lo que conocemos como el cuerpo humano. Este cuerpo posee una organización interna que funciona sin importarle si el dueño de ese cuerpo se dé cuenta o no. A pesar del dueño, ese organismo SABE si necesita agua, calcio o carbohidratos. Y acomoda sus componentes de acuerdo con sus necesidades. Entonces, el organismo SABE cuánta grasa tiene, dónde la acumula y cómo la moviliza. Este orden interno no depende del dueño del cuerpo. Si una persona decide modificar este delicado orden construido por el cuerpo, deberá atenerse a las consecuencias, porque el desequilibrio producido tendrá que corregirse, así al dueño del cuerpo no le guste este autoajuste. Si a un cuerpo se le saca sin su permiso, mediante una liposucción, una cantidad de grasa, ese organismo trabajará para reparar el daño, es decir, recuperar la grasa. Es por eso que más del 90 por ciento de las personas a las que se les practica liposucción, rápidamente recupera su peso y, a veces, más. Este desarreglo tiende a producir obesidad y también enfermedades, no importa lo que se haga por evitarlo.

Después de explicarle lo anterior, ella me expresó que todo lo hacía por su marido, que él era un hombre joven y exitoso, y que si ella se dejaba engordar él no la volvería a mirar y perdería a su hombre y su matrimonio. Sorprendido le dije que ella debía aprender a vivir y disfrutar su vida, para ella y no para los demás. Que debía aprender a gustarse a ella misma, a valorarse por sus cualidades y valores y no por su mera apariencia; que su salud e integridad eran lo más importante…

Muy seria, se quedó mirándome a los ojos y me dijo con franqueza: “Usted, doctor, no entiende a las mujeres…”. Y se marchó enojada.    


Credito
AGUSTÍN ANGARITA LEZAMA

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