Tribulaciones de los nuevos gobernantes

Para finalizar año muchos hacen balances y promesas buscando prepararse para el año siguiente. Unos tienen agüeros y costumbres ancestrales para repetir en las horas postreras de la última noche decembrina.

Sin embargo, existen personas, que aunque la gente cree que deberían estar felices por sus éxitos recientes, sufren en silencio pensando que por más que quieran acertar, saben que cometerán injusticias.

Me refiero a los nuevos mandatarios. La mayoría hizo grandes esfuerzos por consolidar un equipo de trabajo que le ayudará en sus aspiraciones. No era tarea fácil. La labor en torno a una campaña política es ardua y pesada.


Son muchos los que desisten al constatar el desgaste humano que representa estar al lado de un candidato, prácticamente, 24 horas diarias: visitando barrios y veredas, atendiendo quejas, peticiones y pretensiones, organizando estrategias y planes de trabajo, discutiendo sobre temas publicitarios, financieros, políticos, logísticos y electorales, preparando discursos, programas de gobierno… En definitiva no es fácil persistir.


Los trabajos en campaña son disímiles, unos más visibles que otros, pero todos importantes. Tan valioso es el que se encarga de llegar antes que el candidato a un sitio de reunión con sillas, pendones, propaganda para repartir y equipos de sonido, como los que organizan reuniones, hacen contactos políticos o preparan estudios o discursos. Todos conforman un engranaje, que articulado, hacen funcionar un dispositivo electoral.


Esta gente, que casi siempre está desde los inicios de campaña, aspira a ser tenida en cuenta por el candidato si gana la contienda y llega a ser mandatario. Por eso trabajan con denuedo, alimentados por una esperanza. En la medida que su trabajo rinde frutos, su candidato es reconocido, empieza a ser tenido en cuenta y sube en las encuestas, entonces, empiezan problemas que no habían tenido en cuenta.


Si su candidato quiere ganar debe acercar el mayor número de apoyos. Y los grupos políticos, conformados por viejos zorros de esta actividad, nunca arrancan los procesos. Ellos esperan pacientemente a ver cuál va cuajando, cuál tiene posibilidades de éxito para, ahora sí, llegar a poner a ondear su bandera de apoyo. Ellos saben que el candidato los necesita y cobran por esa necesidad. Y cobran caro.


Cuando las urnas dan su veredicto final, son los jefes políticos los que levantan victoriosos los brazos junto al nuevo mandatario. Los laboriosos trabajadores de la campaña, los verdaderos artífices del buen resultado electoral, miran y aplauden desde lejos, sintiendo que su trabajo valió la pena, que sus esfuerzos no fueron en vano y que sus esperanzas se realizarán.


El año culmina y los nuevos mandatarios deben dar a conocer el equipo de colaboradores. Tienen la presión gigantesca de los grupos políticos que hacen todo tipo de cuentas para agrandar a su favor la deuda del elegido. El nuevo mandatario se debate en el dilema de ayudar a los que fueron fieles escuderos de su proceso, escoger la mejor plantilla o cumplir con sus compromisos con las agrupaciones políticas. Tiene la talanquera que el tamaño del Estado es pequeño. Los puestos son escasos y los aspirantes y necesitados muchos.


La partida la ganan los políticos avezados. Los perdedores, que son miles, ven como sus esperanzas se truncan y su rabia y desconsuelo crecen. Los nuevos gobernantes cargarán con el mote de desagradecidos, aunque ellos vivan eternamente agradecidos…


PD: ¡Un Feliz Año para todos y todas!

Credito
AGUSTIN ANGARITA LEZAMA

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