La responsabilidad de la educación superior con la producción de saber

A la educación superior se le han dado varias responsabilidades. Una es la cualificación académica para la formación profesional. Otra es la producción de conocimiento, de saber, proceso que se desarrolla mediante la investigación.

Estas dos responsabilidades, sumadas a otras, son las que las instituciones de educación superior certifican cuando otorgan un título. Pero esto es sobre el papel. En la práctica ocurren cosas diferentes.

¿Por qué diferentes? Se supone que cuando un individuo posee un saber lo suficientemente cualificado en un tema académico, la universidad lo certifica como apto y capaz en ese asunto. Pero ocurre que hay muchos, y cada vez más, que poseen un título universitario que no se refrenda con un saber. Son ya muchas las instituciones de educación superior que se han dedicado a titular profesionales que cuando salen al mercado laboral, descubren su poca aptitud para superar las pruebas de selección o desempeñarse con suficiencia profesional en el trabajo. Esto es grave para el desarrollo de un país. Y ocurre algo peor, personas que han atesorado conocimientos que son despreciadas laboralmente por no tener acreditación de su saber.

En la actualidad se hace apología a los títulos, a las credenciales universitarias presumiendo que ellas van de la mano con un saber acumulado. Pero eso no siempre es cierto. Es más, muy ocasionalmente es verdad. Lo real en el país, es un divorcio entre saber y titulación académica, que ha llevado a las empresas a desconfiar de nuestros profesionales, y a la ciudadanía a desconfiar de saberes no acreditados.

La tarea, entonces, es que la universidad se acoja a la responsabilidad de producción de saber, de tal forma que la formación profesional vaya de la mano con este proceso, de manera que al culminar su carrera, el recién egresado esté apertrechado de un saber pertinente, humano y de calidad, que le garantizará su inserción a la sociedad y al mercado laboral con menores contratiempos y con grandes posibilidades de éxito.


La evaluación de estos procesos debe ser un tema a discutir dentro de la educación superior. No se puede hablar de calidad sin construir socialmente unos indicadores. Estos no deben ser meramente cuantitativos, sino también cualitativos y de proceso. Recientemente el movimiento estudiantil expresó con vehemencia que quería ser tenido en cuenta en la discusión de la reforma a la educación superior.     


Valdría la pena ponerle cuidado a este punto. Entendemos que la educación debe formar para el trabajo, pero no sólo para eso, porque se caería en una educación de sesgo profesionalizante.


La educación también debe ser para la vida, para la ética, la estética, para la convivencia, para la paz, para desarrollar los sueños de humanidad de la sociedad. Además, la educación superior debe investigar creativamente para producir conocimiento. Esta sería una educación integral. Pero la investigación necesita financiación suficiente y permanente del Estado.


Invitamos a los lectores a opinar sobre el tema. El debate está abierto. La educación no es un tema solo de los expertos y académicos. Debe ser un tema que nos interese a todos en general. Al fin y al cabo, el futuro de nuestros hijos y descendientes está en juego, pero además, el de la sociedad misma. No podemos sacarle el bulto a esta responsabilidad.

 

Credito
AGUSTÍN RICARDO ANGARITA LEZAMA

Comentarios