El Oropel social

La genialidad del médico y compositor Jorge Villamil se expresó en una canción que refleja de cuerpo entero nuestra sociedad.

Su composición musical Oropel, muestra cómo, para muchos, las apariencias se constituyen en lo más importante. No importa tener sino aparentar tener, no importa saber sino que la gente crea que se sabe. Esto que en una canción suena bonito, si lo miramos con cuidado es profundo y significativo.

En la vida académica hoy vale más tener un título que haber aprendido algo. Para muchos es más valioso un cartón que acredite estudios, que un conocimiento que lo sustente.

Este mundo de apariencias llega a la vida privada, y empuja a hacerse implantes, liposucciones, aplicaciones de colágeno o de botox para esconder arrugas y demostrar juventudes que hace rato fueron perdidas o cuerpos esbeltos manipulados por los bisturís. Había abuelas para las que vivir de las apariencias era muy importante y recomendaban que no importara si se comía mal, había que eructar a pollo.

En muchas casas piden prestados manteles, cubiertos y platos para que los invitados a una cena se marchen con la impresión de lo bien que viven los anfitriones.

Hay personas que tienen vajillas y joyas que sólo las utilizan para momentos especiales. Y esto ocurre en todos los estratos sociales. Conozco personas que se esmeran por pagar los aportes mensuales al Club social al que están afiliados, aunque sufran estrecheces para comprar el mercado, pagar arriendos, servicios públicos o las pensiones de los colegios de sus hijos.

La mayor expresión del oropel criollo lo vivimos en la reciente cumbre de las Américas en Cartagena. Se invirtió tanto dinero para embellecer la ciudad en un tiempo récord, que los ciudadanos cartageneros expresaban con sorna que había que nombrar al Presidente de los Estados Unidos Barack Obama, como alcalde de la ciudad Heroica, porque lo que hicieron e invirtieron en unas semanas, nunca se había visto ni en todo el periodo de uno o dos gobiernos locales: escondieron a los pobres, lavaron lo que se mantenía sin asear, recogieron basuras acumuladas de años, pintaron fachadas abandonadas, repararon avenidas olvidadas y se aparentó una prosperidad que seguramente durará el escaso tiempo que demoren en marcharse los visitantes.

Vivir un mundo de fantasía, de apariencias, resulta animando a los jóvenes al dinero fácil, a creer que los esfuerzos por ser son vanos porque lo importante es tener.

Una sociedad que alimente este tipo de comportamientos es una sociedad lastimada, que desperdicia oportunidades y que se conforma con bagatelas.

Qué bueno poder trabajar entre todos por desechar las apariencias y cultivar los jardines del espíritu, por construir una sociedad donde no creamos eso de: “amigo cuanto tienes cuanto vales, principio de la actual filosofía…”.

Credito
AGUSTÍN ANGARITA LEZAMA

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