Optimismo y esperanza

En días pasados en un diario de circulación nacional un columnista, a propósito de la euforia que desató el triunfo de Nairo Quintana en Italia, expresaba su escepticismo, pesimismo y descontento con los colombianos en general.

Difiero de él. Considero que en este país mucha gente hace patria, desde los rincones más remotos, por su compromiso con su país, por su voluntad indeclinable de servir, por su amor al prójimo.

Veamos ejemplos. En un bello programa del Ministerio de Educación se realizó una expedición pedagógica para buscar nuevas experiencias educativas. En apartados rincones de la geografía nacional, sin más ayuda que su inteligencia y su deseo de servicio, se encontraron maestros con una imaginación y creatividad asombrosa inventándose mil formas de enseñar y todas respaldadas por asombrosos resultados.

Hace un año entre los mejores resultados de las pruebas Saber 11, calificaron varios estudiantes de un humilde colegio en Santander. Con mobiliario deficiente, sin biblioteca, sin apoyo de las TIC, sin desayunos escolares y con mucha ausencia del Estado.

Pero con maestros y directivos docentes comprometidos con sus alumnos, su institución, su región y su país. Ellos demostraron que la educación necesita, primero que todo, maestros capaces y responsables. Qué bueno que tengan ayudas tecnológicas y buenas instalaciones educativas, pero ellas sin los maestros no sirven para mayor cosa.

En mi profesión como médico conocí hace varios años en un hospital extranjero, una innovación tecnológica que permitía, en caso de heridos con abundante sangrado interno, limpiar su sangre para reutilizarla en el paciente. Pregunté los costos del aparato y eran astronómicos. Meses después, en Medellín, conocí un colega que había inventado un aparato que hacía lo mismo que el extranjero que me había deslumbrado, pero baratísimo y a la mano en cualquier lugar. Ingenio colombiano al servicio de salvar vidas.

No es cierto que los malos sean más. Creo en la gente colombiana. Creo en su talento y sus buenas intenciones. Que hay algunos pícaros y tramposos, no lo dudo. Pero en este país hay mucha gente generosa que da sin pedir nada a cambio y sin hacer alharaca. Son gente optimista, con los ojos llenitos de bondad y con la solidaridad a flor de piel. Conozco personas que salen de sus casas en la noche con una olla y platos a repartir comida caliente a indigentes y necesitados. No pertenecen a ninguna religión ni están recolectando adeptos para ninguna causa.

Otros organizan equipos y competencias deportivas para ofrecerles soluciones a niños o jóvenes con problemas de drogadicción. Otros organizan grupos de danza, de música o de arte. Casi mendigan en muchos sitios para obtener ayudas para seguir ayudando. Otros organizan comedores infantiles o para adultos mayores solamente por la satisfacción de servir.

Hay quienes ayudan sin esperar contraprestaciones a enfermos terminales o con enfermedades raras. Otras personas enseñan, alfabetizan, forman gratis a quien lo necesita.

Credito
AGUSTÍN ANGARITA LEZAMA *

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