PUBLICIDAD
La política tolimense está manejada por una familia conservadora cuyos miembros no debaten ideas. Como no las debaten los Char en Atlántico, ni los Aguilar en Santander, ni los demás clanes familiares de los demás partidos en las demás regiones. Desde la segunda mitad del siglo xx las hegemonías secuestraron la política. Algunas son las mismas de entonces, otras son nuevas y otras más terminaron apropiándose de los partidos nacionales. Todas tienen inmensa responsabilidad en el creciente avance de la corrupción, de los populismos, de la degradación del ejercicio electoral. Esa urdimbre afecta el sentido de pertenencia e incluso el de las proporciones.
Lo primero, porque el elector se torna aprensivo frente a la importancia de lo político y, en consecuencia, desestima la idea-fuerza de lo regional. Eso ocurre entre nosotros. En el tránsito de los dos siglos el Tolima resultó medroso y timorato para respaldar al Cofrade Palacio Rudas o al exgobernador Eduardo Aldana, candidatos de excepción a la Asamblea Constituyente, pero originados por fuera de cualquier seno hegemónico. Años después se repitió la historia con Alfonso Gómez Méndez, otro ilustre tolimense que honra al país. Las hegemonías menosprecian la dimensión intelectual de las personas.
Es preciso neutralizarlas para que la política vuelva a ser patrimonio del ciudadano común. En este desierto de ideas se impone recuperar, desde el Congreso, el hilo perdido de los doctrinantes de la Escuela del Tolima. Guillermo Pérez puede contribuir a lograrlo con temas, como el de la democracia local, que ha convertido en central de su campaña.
El entramado de corrupción también afecta el sentido de las proporciones: Se preguntan los colombianos, ¿cuál de los candidatos presidenciales está formulando propuestas serias sobre el país y cuáles forman parte de esa medianía intelectual, responsable de nuestra penosa medianía internacional? Si la política se pensara con grandeza, probablemente, personajes menores como Char y Dilian Francisca, Fico y Rodolfo, incluso Fajardo, Barguil y Gaviria que son mejores que aquellos, no serían candidatos presidenciales. Es más: La consulta presidencial en curso ensombrece y distrae el debate regional, que es donde las hegemonías familiares se enseñorean entre su ofensiva carencia de ideas y su ofensiva abundancia de dinero.
No se sabe qué es peor, si la pérdida del sentido de pertenencia o la pérdida del sentido de las proporciones. Pero es claro que la prioridad para los colombianos, en este momento, son las elecciones al Congreso: Ahí radica el control político. El país necesita un Congreso que no se deje cooptar, cualquiera que sea el presidente. Eso solo es posible si usted elige un buen Congreso: Depende de usted.
Comentarios