Claro – Oscuro

José Javier Capera Figueroa

En una columna llamada “Territorios de paz y concentraciones de guerra” de Alfredo Molano publicada en el Espectador, muestra un panorama lleno de incertidumbre sobre el proceso de paz en Colombia. Deja claro que en algunas regiones como el norte de Urabá, el sur de Tolima, el sur de Cauca, en la región del Putumayo y Nariño se mueve grupos uniformados y armados, los cuales no tienen mayor protección por la Fuerza Pública y se convierte en un puente para reconstruir sus prácticas de terror y generar una seria de amenazas en los territorios que han asumido una posición frente al proceso de paz, véase: http://www.elespectador.com/opinion/territorios-de-paz-y-concentraciones-de-guerra

En primera medida, es necesario aclarar que es justo dejar los fusiles a un lado y comenzar a dialogar, pensar abrir caminos de una cultura de la paz y escenarios marcados por la defensa de la autonomía de los territorios y la vida.

Intentar construir un modelo distinto al extractivismo, la lógica del libre mercado y la geopolítica de los recursos naturales y transitar por lo que algunos teóricos llaman una noción del “Buen Vivir” donde la relación sociedad – naturaleza no es vertical sino horizontal.

Tal como lo manifiesta el maestro Eduardo Sandoval Forero y que lo expuse en una de mis columnas (http://www.elnuevodia.com.co/nuevodia/opinion/columnistas/279170-la-educacion-en-el-sur-del-tolima-un-camino-por-construir) al decir que “el pensamiento crítico intercultural y la educación decolonizada para la paz cuestiona al sistema por su violencia estructural, por su violencia cultural, por las injusticias y desigualdades sociales extremas”.

Es así que el actual proceso de paz nos deja un panorama claro – oscuro, en el no se propone re-pensar las problemáticas estructurales como la violencia, la pobreza, la concentración de la tierra y el capital, el gamonalismo político y la lógica politiquera que ha generado exclusión y desigualdad en las regiones más apartas, y tales regiones son ahora el epicentro de construir zonas alternas y productivas para la paz. (Para conocer más de sus aportes pueden visitar: http://www.sandovalforero.net/)

A qué viene esto, los días pasados tuve el placer de dialogar con un conocido de Ortega – Tolima, un hombre que conoce muy bien la historia de Quintín Lame, la problemática de la violencia histórica, porque la ha sufrido y en su testimonio mencionaba lo siguiente:

1. Quieren paz pero acá todavía se siente la presión del fusil y cada vez que pasa los días, la juventud y las familias se descomponen, el campo ya no es campo para vivir, sino para sobrevivir y lo peor no podemos vivir dignamente debido a la presión política del municipio.

2. Nos dicen que hablemos de la paz –que es justo dialogar del tema pero sobre todo que infundamos los puntos positivos de ella-, pero en el escenario real de la misma, sólo unos pocos quieren ser los representantes y reitera “nuestra lucha no era contra el partido político, el presidente o algún actor”, nuestra lucha era por un vivir bien y por regresar a lo que nos vio nacer y crecer en las tierras de la guabina y la chicha, el aroma de los campos.

Pero es evidente que el Gobierno no desconoce la realidad, lo sabe y de alguna forma tiene conocimiento de la situación, pero que la ola mediática de los acuerdos en La Habana da importancia a los puntos de interés político, económicos y sobre todos electorales descuidando la tesis de un maestro La Cultura.

Puede este conllevar a una puerta falsa de la negociación y sería un garrafal error hacer la paz para unos y dejar la discordia para otros y no deseo llegar a un estado idealista del mismo, tal como sucedió con los acuerdos de Uribe y los intentos de negociación con las guerrillas, y a la hora de la verdad son sólo gotas de agua a la hoguera que se vive en el país de la canela, pero también el país de la violencia.

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