El silencio del criollismo colombiano

José Javier Capera Figueroa

Se siente en el pasillo un fuerte latido por parte de algunos activistas, unos que se hacen denominar defensores de lo público y otros que se auto-reconocen como los mesías de estos tiempos, y no es para más la mediocre realidad de la Universidad del Tolima que a duras penas desea reconocer sus pecados y errores, serán el precio que le costará a cientos de ciudadanos que merecían un espacio que aportara al desarrollo de esta región.

Deseo partir de dos hipótesis: 1) El silencio criollo de su comunidad académica y no en un sentido general más bien genérico, es el producto de reconocer que los dueños del negocio universitario sólo pensaron en una institución hacedora de favores políticos, y en lo posible indiferente de la crítica y la reflexión profunda, al carecer de un pensamiento que repiense las condiciones históricas que se han desarrollado en estos tiempos.

2) El criollismo como un estado de hibridación cultural según, Néstor García Canclini, se representa con la mentalidad y las prácticas de una determinada sociedad, en esa lógica la famosa “Comunidad” universitaria muestra la falta de identidad y solidaridad en estos momentos tan complejos de múltiples crisis. Siendo así que gran parte de la burocracia se tiran los trapos, favores, momentos y recados (hasta sexuales) lo que simboliza la corrupción como una práctica y un discurso que se ha impregnado en diferentes actores y dependencias de la institución.

El asunto de la Universidad del Tolima radica es su base histórica y política que se ha relacionado con un proyecto colonial, el cual se ha legalizado a través de las cuotas políticas, y la politización de los concursos, acuerdos, contratos, elecciones y puestos administrativos, una vez más queda comprado que el poder del escritorio ha pasado por encima de la autonomía universitaria.

La historia no para de terminar, se llega al punto donde el sindicato de la universidad se burocratiza, dando favores a todo un grupúsculo que se ha tomado la bandera en “defensa” de la misma, lo que muestra que la modernidad es el reflejo de una lógica colonial que pasa por encima de cualquier institución social, y aunque los antiguos líderes, profesores y seguidores de una supuesta “teoría crítica” son los principales gestores de la corruptela. La realidad de esta alma máter se articula con el silencio del criollismo colombiano debido a que diversos sectores sólo les importa la productividad, eficiencia y rentabilidad de la educación pública de la región del Tolima. Acá no basta con imponer prácticas de silencio, compra y venta de puestos y conciencia. Por el contrario, es la realización de una mentalidad moderna basada en la competitividad y la imposición de un proyecto eminentemente mercantil.

En últimas, es justo que se genere un reforma estructural en la Universidad, pero es necesario a la par que se tome correctivos frente a todo este tipo de acciones, no se trata de encontrar los culpables, sino de superar el imaginario y construir otro tipo de cultura al interior de la institución donde la crítica, la reflexión y el servicio esté orientado por los oprimidos y más necesitados de esta humanidad.

Apéndice: Se vienen grandes proyectos para la sección que tengo en este medio, ahora exploraré la columna internacional y mostraré otro tipo de análisis de tipo académico en su mayoría, les agradezco por la oportunidad y sobra decir a mis lectores que desde tierras zapatistas cuentan con un servidor y un bohemio del conocimiento al servicio de los más pobres y oprimidos de estos territorios.

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