Se destapó el fogón

José Javier Capera Figueroa

Los tiempos de ahora no son fáciles, y nunca lo han sido. Ya nuestros “viejos” sabios mencionaban nada es fácil en la vida, ni el mismo hecho de vivirla. Y no es para menos, cuando con el paso del tiempo el ver la pobreza, la corrupción y la violencia se vuelve un hecho cotidiano, ahora se llega al punto de una miopía por reconocer los problemas y una desolación por cambiarlos. En Colombia un país hermoso, pero lleno de diversas contradicciones no es raro observar al pobre celebrando el triunfo de la selección Colombia pero sabiendo que su consumo contribuye a su misma explotación, la mujer excluida por el hombre en las mañanas pero en la noche alabado por la misma, los jóvenes llevados de la droga pero “alegres” por el momento de satisfacción. Dichos acontecimientos son un minino reflejo de los vacíos e incapacidad que ha producido la sociedad de estos tiempos. Entonces cómo es posible pensar un tipo de “paz” si no se toca las raíces de fondo del sistema político, la forma como se gobierna y en especial la cultura que se origina al interior y exterior de una nación. La democracia no debe ser vista como el mero ejercicio de elegir y ser elegidos, ni como el abuso de contar y demostrar todo mediante cifras, si claro en la sociedad del pop toma relevancia las cifras de empleo, desarrollo, participación, inversión todo esto por contribuir a la democracia para sí.

La lógica de pensar un tipo de democracia para la paz no debe soslayar la necesidad de un pensamiento crítico, de una sociedad basada en la práctica y el reconocimiento de la diferencia. Y no un tipo de sociedad donde la “otredad” sea vista como un espacio para negar la posibilidad de ser y vivir dignidad en comunidad.

En estos momentos muchos colombianos celebran la firma del acuerdo, y otros ruegan mediante acciones que el plebiscito tenga un Sí como respuesta final, y se logre construir otra ola donde se incluya los problemas de la nación y se puedan silenciar los fusiles para pasar al escenario de las urnas y la política desde arriba.

Y no es negativo que suceda esto en Colombia, lo complejo es ver que otro grupo va por el No, y ese no tiene una radicalidad como el Sí. Tales posturas tienen sus propios argumentos y diferentes formas de validez para reconocer como la paz puede ser construida, y no dejar pasar por alto el acontecimiento de refrendar la paz a través de la sociedad civil. Lo más significativo que se logra ver es que el día a día cambia, y el escenario se pone más nervioso. Unos apuntan a convencer por el Sí de cualquier forma, y los del No comprobar porque tienen la razón. Es una Lástima que se tenga una división por un asunto trascendental como es la “paz” y que a partir de este momento se vaya configurando grupos políticos, gremios y sectores privados que ven con buen gusto la inversión y explotación del territorio Colombiano a cargo de los acuerdos.

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