La ingratitud de una profesión

José Javier Capera Figueroa

caperafigueroa@gmail.com

En una clase de teoría social en esos tiempos cuando era estudiante de la Universidad del Tolima, mencionó el maestro algo así la “ingratitud de una profesión” y hacía referencia al valor inmaterial que aportan los literatos, poetas, cineastas, escritores, cientistas sociales entre otras profesional de talante crítico, pero que al momento de su paga era lo más paupérrimo que existía en la sociedad.

Reconocía con gran fervor la necesidad de pensar sobre los problemas e intentar construir otra realidad, aquí el motivo era que cada profesión aportara un grano de arena a los problemas que enfrenta la sociedad y el fortalecimiento de la esfera pública.

En efecto, las condiciones políticas, económicas y culturales muestran casos de desprecio por la ciencia, la técnica y las humanidades dando mayor relevancia a asuntos de orden burocrático dejando a un lado la responsabilidad de fomentar las humanidades. Este ambiente es una realidad que no se puede desconocer, lo mismo pasa con ciertas instituciones que han recibido gran apoyo a lo largo de la historia pero presentan problemas estructurales, y en estos momentos el Gobierno nacional busca obviar o dejar que se acumule llevándolo a casos de peor amplitud.

Por supuesto, es la situación de la Policía Nacional, que el pasado 5 de Noviembre cumplió 125 años de fundación, desde el primer ladrillo que puso el presidente Carlos Holguín al intentar crear una institución que pudiera subsanar el vacío de seguridad que existía en el “nación”, y generar un ambiente de mayor convivencia. Esto dio pautas para intentar pensar una policía que tuviera mayor identidad, respeto y aceptación por la ciudadanía, algo que en la realidad es todo lo contrario ahora se siente “una ingratitud de la profesión” lo menciono por cargos como patrulleros, agentes llamados “dinosaurios” y auxiliares estos sectores son los que asumen el peso de toda una institución.

Ya se sabe que gran parte de las ideas pensadas al momento de llevarlas a la práctica presentan una serie de contradicciones o en su defecto nada era parecido a lo reflexionado al inicio. Tal como lo muestra la Policía Nacional que en los últimos años ha vivido con la desgracia de tener una imagen de desconfianza y corrupción como fue comprobado en los meses anterior con la famosa “comunidad del anillo” esto es una simple cuota a la llaga abierta.

Un panorama presente es la cultura elitista que ha existido históricamente al interior de la misma, esto muestra que los sectores más vulnerables y de peor condiciones socio-económicos se les hacen muy complicado el poder ingresar a una escuela de formación en mayor de medida de oficiales. Las razones son obvias la cultura política, los costos excesivos de la carrera profesional y la lógica funcional que tiene la institución se ha caracterizado por ese tipo de comportamiento y actitudes de negar el espacio a sectores desfavorecido.

Sucede como aquella canción que decía “Ahí va el policía del pueblo el que quiere la paz y la convivencia” esos que por muchos años han vivido en las estaciones de los pueblos, veredas y corregimientos, los que madrugan y trasnochan sin cesar siempre dando lo mejor de sí, pero en especial esos que aman y siente con vocación el llamado de ser policía. A este grupo de profesionales de la seguridad se les debe dar un reconocimiento por sus 125 de existencia, lucha y sentido de construir un país con paz y justicia social.

El asunto no se trata de subir salarios, de mejorar condiciones prestacionales o cosas por ese estilo, esto empeoraría la crisis interna pero es lo que ha pretendido el gobierno de Juan Manuel Santos. El objetivo consiste en superar el problema de los abusos internos de la institución, la cuestión de pensiones, los problemas de sanidad, el fuerte ladrido de corrupción que existe en diferentes regiones pero en concreto el centralismo capitalino que hace a la policía un fortín politiquero en función de generar redes de fragmentación, mecanismos de represión o en su generalidad un espacio para gestar la delincuencia en otro sentido. Es decir, se necesita una “purga” en todas las dimensiones.

En últimas, son grandes los retos de la policía para el “pos- acuerdo o postconflicto” dada las condiciones actuales en cuestiones de delincuencia, pobreza, desigualdad social y corrupción. Se hace justo pensar reformas pero no que tenga que ver con el aumento de los años de servicio para obtener una pensión o de buscar mecanismos más rígidos para sancionar el servicio policial, ahora se trata de vincular la policía a una lógica de “otro” tipo de desarrollo se sabe que la misión es larga pero si no se recorre el camino, será más complicado decir en unos años “sigue igual la cosa” sólo con una diferencia el “ayer” era mucho mejor.

Posdata: Después de 5 años de lucha por el ascenso el cuadro escarlata “América de Cali” ya tiene fecha clave, es el Domingo un día para darlo todo, es un momento decisivo, pidamos a la vida que sea lo mejor para el equipo que tantas penas, derrotas, pero a la vez tanta felicidad nos ha hecho sentir. 

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