¿Será de un sombrero, como nos hacen creer algunos magos?

A pesar de notarse una tendencia en algunos estudios sobre los porqués del consumo de sustancias psicoactivas, es muy pretensioso tratar de explicar las razones por las que una persona hace uso de las drogas.

Esencialmente porque nadie conoce la historia de nadie y mucho menos cuando los datos provienen de las fuentes oficiales (entes gubernamentales) para quienes la visión del tema no va más allá de lo que ellos quieren que se sepa, es decir, aquí funciona la lógica del conejo que sale del sombrero sorprendiendo a todo el mundo, del mago que pide aplausos creyendo que ha hecho su “número”, y del público que aplaude a sabiendas que es un engaño.

Mi reflexión de la semana anterior titulada “Piloteados por la droga” tuvo que ver mucho con esto: trabajo con jóvenes consumidores (hombres y mujeres) y estoy todo el día con ellos. Muchos fuman marihuana, huelen perico, comen ácido, beben licor –algunas veces opio- todo el día y ésa es su rutina… en grupo defienden y promueven el consumo pero individualmente expresan una insatisfacción por sus vidas y por su quehacer. Hablan de su cotidianidad y de sus acciones en general sin un sentido aparente; parece que el objetivo no fuera encontrar soluciones en sus vidas sino hundirse en el ocio de la droga; y sus vivencias de consumo tampoco tienen algún sentido aparente salvo la experiencia sensorial, sin haber algún producto de ello. Por ello dije “Trabarse por trabarse como si fueran entes piloteados por la droga”.

He tratado que su consumo sea productivo, que de algún modo los edifique –si se me permite usar esta idea- y que los lleve a revisar su situación personal.

En uno de los encuentros con ellos, en el que hablamos sobre el libro “El extranjero” de Albert Camus, del cual hice un resumen a ustedes en la entrega de la semana anterior, conversamos allí mismo acerca de los porqués de su consumo.

¿Qué tan diferente es no fumar “bareta”, por ejemplo? –les pregunté-. “La verdad –dijo uno de ellos, con escasos 19 años- cuando fumo no sólo me siento bien al relajarme y todo eso que uno siente, sino que distraigo mi mente y dejo de pensar en tanta cosa que me estresa; no es fácil llegar a la casa de uno y sentir que uno sobra en la familia, que lo de uno no vale, que piensan de uno lo peor sabiendo que uno hace sus cosas, cumple con lo que tiene que cumplir y, bueno, uno tiene su vida como ellos tienen la suya… pero también el estrés que me genera esta sociedad de mierda que lo único que espera de uno es plata y listo, a quién le importa lo que uno siente… créame, profe, que… vea –me mostró sus cicatrices en ambas muñecas- quise morirme el año pasado y me salvé de chiripa: me puse a pensar qué voy a hacer con mi vida.. yo soy hombre y me gustan los hombres, por ejemplo, y a todo el mundo le causa problemas eso menos a mí, y es muy tenaz no poder sentirse seguro con lo que uno es porque siempre hay una desconfianza, un señalamiento, siempre la gente busca es juzgarlo a uno.. entonces, sabe qué, llego a la Universidad, me encuentro con mis amigos y qué, ¡vamos a pegarlo! y en ese momento soy yo y estoy con los que son y listo, el resto, el resto es pura fiesta…”.

El consumo crece a la par con la variedad de drogas y las estrategias de quienes mantienen el negocio y de quienes lo persiguen para acabarlo, pero ¿de dónde saca el consumidor las razones que sustentan su consumo? ¿Será de un sombrero, como nos hacen creer algunos magos?

Credito
FEDERICO CÁRDENAS JIMÉNEZ

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