Hablemos de drogas

.

Hay una realidad fabricada por los medios de información y de comunicación sobre el fenómeno de las drogas en general. Del fenómeno como tal (producción, comercialización, consumo) se ha hecho característica la estandarización en el cubrimiento y tratamiento de los hechos debido a una mirada sesgada: las drogas como antivalor social y su promoción desde los diferentes escenarios de enculturización y socialización como la escuela, la familia y la iglesia.

Adicionalmente, se habla más de las prohibiciones, de los hechos relacionados con las drogas que del consumo y su fondo cultural, variables que han dado como resultado una alienación del público, una subestimación del fenómeno y un aprovechamiento político y económico, lo cual es un cubrimiento sesgado y una información que por tanto, desorienta y confunde a las masas.

Como agentes de esta categoría, a los medios de comunicación se les asignan funciones de informar, entretener y educar, para lo cual se valen de los diferentes géneros periodísticos como los informativos, los interpretativos y los de opinión, tripleta ésta que se conjuga en la apuesta cotidiana de los medios.

¿Por qué quien informa parece desconocer o subestimar la trascendencia de lo que dice sobre las drogas? La pregunta merece tenerse en cuenta porque lo que se dice de las drogas en general no sólo debe ser acerca de su producción y comercialización – vistas como un negocio - sino además y fundamentalmente, sobre la expresión cultural que representan, sobre la búsqueda individual que un sujeto hace a través de ellas, sobre el producto cultural que terminan siendo.

Por ello, Luis Carlos Restrepo, dice que son como un espejo donde se reflejan todas las contradicciones de la cultura. Es posible que quien informe no haga una lectura diferente al fenómeno porque ignora cómo hacerlo, porque ignora “el qué otra cosa leer del fenómeno”, y entonces lo aborda y produce información desde el sentido común, la intuición, ángulo igualmente válido, pero peligroso para un agente de tanto alcance como los medios.

Las drogas como expresiones culturales están directamente relacionadas con el desarrollo humano, concepto que se mide desde dimensiones morales, comunicativas, culturales, políticas, lúdicas, estéticas y cognitivas, de modo que abordarlas periodísticamente como la mercancía que se produce, se comercializa y se consume es absolutamente deliberado, sobre todo cuando se conoce el rol tan trascendental que desempeñan la educación y los medios en los procesos de consolidación de lo social, lo político, lo cultural y lo económico.

La penalización, desde esta perspectiva, es un curso de sobrevivencia, creatividad y recursividad para quienes producen, comercializan y consumen sustancias psicoactivas (SPA). A pesar del desgaste político y policivo, creo que la estrategia más contundente, desde el deber ser, para modular el fenómeno en la sociedad, es la autorregulación como punto de llegada, y esta autorregulación sólo puede pretenderse si se entiende como un proceso que cobra relevancia desde el desarrollo humano, lo que irreductiblemente implica educación, para el caso, una de las tres funciones asignadas a los medios.

Los medios pueden cumplir con esta función desde el cubrimiento informativo e interpretativo a través de la noticia, la entrevista, la crónica, el reportaje y el informe especial, hasta la formación de opinión pública desde los géneros especializados, que incluyen entre otros, los editoriales y las llamadas columnas de opinión. Y desde este espacio, respetable lector, es que me he dado a la tarea de avivar una reflexión sistemática y profunda acerca del fenómeno de las drogas.

Credito
EL NUEVO DÍA

Comentarios