Fumar marihuana por placer es un total irrespeto (3)

Federico Cárdenas Jiménez

Este es el pensamiento de los Tubú, una comunidad indígena del Vaupés que se encuentra asentada a 63 kilómetros de esta capital, en un lugar que ellos llaman “el centro del mundo” o “el ombligo del mundo”.

Los Tubú aparecen registrados en el Ministerio del Interior no con su nombre ancestral Tubú, que significa “hijos del tiempo y del espacio”, sino con una denominación asignada por el estado colombiano: los Sirianos del Vaupés, del grupo lingüístico de los Tucanos orientales.

En mi encuentro con los Tubú conocí el uso que hacen de la marihuana, a la que llaman Yémonó –Yé (guerrero), Monó (tabaco), el “tabaco del guerrero”-, una planta sagrada que enseña a entender el mundo. Esta es la tercera entrega de mi diálogo con los Tubú.

Al indagar su percepción frente a la manera como es usada la marihuana en “occidente”, Diákara –su vocero- respondió: “tenemos un pequeño cuestionamiento y es que no hay profesores para esas cosas, es decir, no sólo porque la experiencia de cada quien es única sino porque no hay roles aceptados socialmente para enseñar esta práctica; por eso se dice con ignorancia que es una planta para sentirse alegre, que se usa para robar, para matar, para hacerse daño, porque hay mucho desconocimiento incluso de quienes la consumen y defienden. Nosotros vemos una sociedad desesperada que busca excusas para vivir porque en ella todo es vacío y porque no hay una estructura sólida que le ayude a soportar las crisis y a comprender el mundo, ni siquiera su lenguaje, con el que usan 30 hijueputasos para decir una cosa...

Se ven personas haciendo estas prácticas de consumo desde muy pequeños, sin una guía, y todos dicen saber qué es pero nadie en realidad sabe qué es, entonces lo que se necesita no es un policía quitando Yémonó, sino buenos maestros, buenos guías. Un problema muy serio en esta sociedad es que los alumnos no son alumnos de ancianos, sino alumnos de instituciones y las instituciones no enseñan, sino que confunden y esclavizan. Entonces, estar solo sin maestro es un peligro...

Nosotros vemos una nueva generación intentando escudriñar el miedo, un miedo infundado por las instituciones, una de ellas la iglesia. Hay que conocer por qué tienen esa curiosidad, parece ser que la gente busca algo relacionado con su origen, saber de dónde vienen, por eso cuestionan todo pero no han caído en cuenta que nuestro origen no es europeo sino indígena: somos hijos de Pijaos, de Muiscas, de Aztecas, de gente que utilizaba estas plantas, así que estas cosas hacen parte de nuestra cultura…

En nuestra comunidad uno sigue al padre, él es la enseñanza, el guía, ésa es su responsabilidad; si el padre no es modelo el hijo entonces se cuestiona a sí mismo acerca de su vida y del devenir. El padre es responsable de darle sueños al niño, horizonte... Luego de que sepa esas cosas entonces la persona se da cuenta que no necesita fumar marihuana, ni hacer otras búsquedas “peligrosas” porque ya conoce la historia y las cosas de repente tienen sentido…”

En la comunidad de los Tubú no hay problemas por abusos de consumo, ni ha habido, ni pueden existir. En una interesante analogía, Diákara compara la marihuana con una biblioteca y explica que puede haber abuso de estudio pero no puede haber abuso de la biblioteca, porque la gente se aburriría, sin embargo las bibliotecas están en todas partes.

“Estos son los libros de nuestros aprendizajes –dice Diákara-, nadie abusa de los libros porque ¡nos volveríamos locos!... Tal vez éste sea un buen mensaje para “occidente”, no hay que cohibir a la persona sino enseñar los diferentes estados de la mente y orientarlos a la comprensión de la vida”.

Muchas enseñanzas para reflexionar.

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