Volver a vivir sin morir en el intento

César Picón

Haber confinado tempranamente a los colombianos (desde el 24 de marzo) permitió ver cómo los números de contagios y muertes crecían sin control en Europa, Estados Unidos y Brasil, mientras que las cifras nacionales permanecían sin generar mayor preocupación.
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Hasta hace poco más de un mes, el relativamente bajo avance del Covid-19 en Colombia hacía que el Gobierno sacara pecho por el “buen manejo” de la crisis y que entre todos los niveles de poder se felicitaran entre sí por el éxito de sus medidas preventivas.

Hoy esa fachada se derrumbó. Estamos completando 200 mil contagios y cerca de 7 mil fallecidos. Lo más preocupante es que diariamente se reportan entre 8 y 9 mil infectados. Colombia ya está dentro de los diez primeros países a nivel global con una tendencia crítica respecto a los contagios diarios. En América Latina somos el segundo después de Brasil. Teníamos una venda en los ojos: con todo el país cerrado y un bajo número de pruebas realizadas, era obvio que el contagio permanecería bajo.

El reto es, entonces, mantener a raya el crecimiento de la enfermedad mientras volvemos a activar no solo la economía sino las actividades que son propias de los seres humanos. No se trata solamente de recuperar los empleos y evitar que las empresas quiebren, también de restablecer la interacción social, la confianza de encontrarnos con los demás, la posibilidad de abrazar a nuestros padres y abuelos sin temer a sentenciarlos a muerte, de que los niños puedan volver al colegio y a los parques a jugar y aprender, y que los adultos, en especial las mujeres, puedan recuperar tiempo para trabajar y vivir sus propias vidas. Los adultos mayores no pueden seguir presos indefinidamente. La gente necesita volver a las iglesias, a los hoteles y bares, a viajar, a vivir.

Por lo tanto mantener todo cerrado no puede ser una opción. Eso es incompatible con los bolsillos y las complejas necesidades y deseos de los seres humanos. Ni las antiguas sociedades de cazadores-recolectores, ni las agrícolas, y menos las modernas sociedades industriales y tecnológicas, lograron medrar alejados de sus semejantes, por el contrario, esa ha sido la ventaja que ha permitido a Homo Sapiens ponerse por encima en la carrera evolutiva: la capacidad de interactuar y cooperar con muchos individuos.

El Gobierno nacional y los subnacionales están desafiados a encontrar la forma de permitirnos a los ciudadanos volver a disfrutar la vida como la valoramos. No pasará mucho tiempo para que la gente se termine de hastiar de las restricciones, de ver coartadas sus libertades. Menos cuando vemos cómo en los países que hace un par de meses estaban sumergidos en el caos, hoy sus ciudadanos vuelven a las plazas, las playas y el comercio. Es claro que lo lograron a punta de hacer veloces inversiones para aumentar la capacidad hospitalaria y en implementar innovaciones para diagnosticar a tiempo los contagios y establecer los cercos epidemiológicos. China, que en su pico reportó más de 48.000 contagios diarios, el 15 de julio tuvo apenas un nuevo contagiado.

Evitar el sufrimiento y dolor de los colombianos va mucho más allá de evitar que se enfermen de Coronavirus. Es lograr que volvamos a vivir sin morir en el intento.

 

CESAR PICÓN

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