Parar los bandazos

César Picón

Cerrar la ciudad de manera repentina es arbitrario y golpea la confianza de una ciudadanía agobiada no solo por el miedo a enfermarse sino por los efectos económicos que ha causado la pandemia.
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Restringir las libertades por decreto y de la noche a la mañana, crea un enorme caos en la vida cotidiana de las personas que ya no saben cómo programar sus actividades, de golpe una noche declaran toque de queda y cambian el pico y cédula. Para los empresarios es todavía peor, han hecho muchos esfuerzos por no quebrar, se han preparado e invertido para reactivar sus negocios, pero ahora ven un panorama incierto ante las constantes y sorpresivas restricciones. Dejar de funcionar un fin de semana cuesta mucho, todavía más si no es programado. Los restaurantes que hace poco agradecían ser parte del piloto que les permitía volver a abrir puertas, hoy ven cómo las nuevas e improvisadas medidas fulminan a los clientes. Preocupa que las cosas sigan así.

Progresivamente a los ibaguereños nos han impuesto restricciones, supuestamente eran temporales pero se volvieron permanentes so pretexto de la pandemia. El “pico y placa” pasó a ser todo el día, se convirtió en “día y placa”. Según un último anuncio, las motocicletas no podrán circular entre las 7 de la noche y las 5 de la mañana, todo porque al parecer la Policía no ha podido contener desórdenes causados por algunos motociclistas, la cuestión es que más de 100 mil ciudadanos trabajan y se movilizan en este tipo de vehículo. Se supone que en estos tiempos hay que favorecer el transporte individual, aquí no ha sido así. Ni siquiera en Bogotá el pico y placa es todo el día.

¿Son los toques de queda y otras restricciones a las libertades y derechos de la gente el camino para proteger la vida? Quizá unos se sientan tranquilos con este tipo de decisiones, pareciera que las autoridades tienen el control de la situación y están actuando con rigor. Es claro que encerrar a la gente funciona, si nadie interactúa nadie se contagia. El problema es que eso es insostenible en términos económicos y también en cuanto a la satisfacción de las necesidades básicas de los seres humanos.

Tendría sentido encerrar a la población mientras el Gobierno actúa de manera proactiva para garantizar una batalla menos desigual contra el virus. Se supone que para eso era el tiempo en que el país estuvo confinado. Ahora pregunto: ¿Cuántas camas UCI se abrieron en Ibagué con recursos y esfuerzo propio del Gobierno local?, ¿Cuánto se ha invertido en masificar las pruebas para detectar y cortar el contagio de la enfermedad?, ¿Se han generado las ayudas suficientes para que personas y empresas acepten de buena gana las restricciones?, ¿Acaso tiene sentido una estrategia basada exclusivamente en imponer toques de queda?

El ejemplo de los países y ciudades en los que la gente y la economía volvió a vivir (con el riesgo latente, claro) muestra que el camino es otro. Alta conciencia social y gobiernos que, a través de tecnología, datos y una robusta inversión, lograron adaptar mecanismos para rastrear y controlar oportunamente la cadena de contagios y garantizar un sistema sanitario capaz de salvar vidas. Muy distinto al simple y fácil encierro generalizado de la población. Esperamos que nuestro gobierno construya una estrategia eficaz en lugar de seguir dando bandazos.

CESAR PICÓN

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