Por la restauración moral del liberalismo

César Picón

El Partido Liberal debe definir si continúa perdido en la construcción de la Colombia del siglo XXI o asume nuevamente el liderazgo de las transformaciones sociales que lo hizo glorioso en el pasado. Este mes se realizará la Convención Nacional Liberal y quizá el punto más importante a tratar será concretar en cabeza de quién continua el Partido.
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Permitir la permanencia de Cesar Gaviria como director único, sería enviar un mensaje de conformidad frente a todo lo actuado hasta el momento y por ende significar que no habrá ningún cambio. Si eso sucede, se estaría pasando por alto la imperdonable decisión de haber sometido a la colectividad a apoyar al entonces candidato (hoy Presidente) que representaba todo lo opuesto a los postulados liberales y que luego, en un acto de franco acomodo, haya propiciado una posición de independencia de la bancada en el Congreso, en lugar de haberse unido a la oposición para de forma digna y valerosa haber contribuido al tan necesario equilibrio de poderes.

Pero el Partido puede, si quiere, zafarse de esos líderes arrodillados al poder por intereses personales e iniciar un proceso de restauración moral, evocando la famosa sentencia de Jorge Eliécer Gaitán. Entregar la jefatura a Humberto de La Calle, hombre probo y experimentado o a una dirección colegiada que integre líderes de las regiones, sería un buen comienzo. En todo caso, su misión debe ser recuperar la vocación de poder del Partido proponiendo un candidato con posibilidades reales para la Presidencia de la República, Alejandro Gaviria sería el ideal, claro, si acepta. También debe abrirse a la posibilidad de ayudar a forjar esa coalición democrática construida sobre las reformas fundamentales que necesita el país y trazando las líneas rojas que permitan no caer en extremismos, de eso ya ha venido hablando De La Calle. Pero como dijo Echandía, ¿el poder para qué?, pues para producir las transformaciones que necesita Colombia: una renta básica universal, el acceso universal y gratuito a la educación superior, un sistema tributario progresivo que redistribuya la riqueza y elimine privilegios a los poderosos, un cambio profundo a la política antidrogas que no criminalice al campesino sino que enfrente las estructuras del narcotráfico, un sistema de salud preventivo y desmercantilizado, la defensa de un Estado laico que proteja las minorías y respete la diversidad, el impulso a las energías renovables, la protección de los ecosistemas y el rechazo a la minería contaminante y el Fracking; son todas tareas inaplazables para construir una República verdaderamente democrática y pacífica. La pandemia puso de manifiesto las frustraciones de un país desigual y con enormes fallas en su capacidad de proveer el acceso a los bienes y servicios básicos de su población. Es hora de empezar a cambiar eso y el Partido Liberal, por su historia revolucionaria y reformista, debe desafiar las oligarquías que tiene en su seno y a las que se le ha postrado por los intereses particulares de su dirigencia. Debe, más bien, situarse nuevamente al lado de las clases populares y obreras, y unir fuerzas con sus semejantes para ayudar a forjar una nueva y moderna revolución en marcha.

 

CESAR PICÓN

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