El paso siguiente

César Picón

El rechazo al mal gobierno de Duque y al uribismo debe trascender al 2022, solo así habremos asegurado una victoria completa. Hoy estamos contabilizando como ganancias del Paro Nacional haber tumbado la reforma tributaria (y probablemente la de la salud), un semestre gratuito para los jóvenes que estudian en universidades públicas y quizá otras que puedan lograrse en las conversaciones del Comité del Paro con el Gobierno.
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Sin dejar de reconocer la importancia de esos logros que fundamentalmente se han dado gracias al ímpetu que la juventud le ha puesto a la protesta, me atrevo a decir que, al final del día, serán conquistas marginales frente a las reformas profundas que necesita el país, las cuales estoy seguro no podrá liderarlas el actual gobierno ni ninguno que represente la extrema derecha y el conservadurismo. ¿Por qué? Pues porque para lograr cambios estructurales hay que pisar en los callos de la élite económica que los ayudó a elegir y los financió, por cuanto su compromiso con ellos es inquebrantable.

Si aspiramos a que la salud deje de ser un negocio habrá que eliminar la intermediación de las EPS privadas y priorizar la inversión en un modelo de salud preventiva que no es tan rentable en términos económicos. Si queremos que el sistema pensional garantice la protección universal para la vejez, habrá que modificarlo para evitar que los fondos privados de pensiones sean los mayores beneficiados de las utilidades de los ahorros de los trabajadores. Habrá que hacer ajustes en materia tributaria para que el Estado tenga una justa participación de las utilidades de los bancos y demás entidades del sistema financiero. Eliminar las exenciones tributarias que reforma tras reforma (la última fue en 2019) se han concedido a los grupos económicos más poderosos del país permitiendo que descuenten billones de pesos en el pago de sus impuestos. Cobrar regalías justas y eliminar gabelas en la explotación de recursos minero-energéticos que hacen que el país tenga una muy baja participación en la renta minera comparada con otros países de América Latina. También habrá que desincentivar la acumulación improductiva de la tierra e implementar el catastro multipropósito para que las propiedades rurales que tienen explotaciones agrícolas relevantes aporten adecuadamente en el sistema tributario predial.

Estas y otras reformas pendientes implican acabar con los negocios redondos de los financiadores de campañas políticas, por eso, reitero, no podrán hacerlas quienes se deben a ellos. Es claro que en Colombia existe una sólida conexión simbiótica entre las élites económicas y políticas que se benefician mutuamente, unos para enriquecerse desproporcionadamente y otros para retener el control político en sus manos (tesis desarrollada por Robinson y Acemoglu en el libro “Por qué fracasan los países”). Hoy esa élite política está representada por el uribismo y los partidos políticos tradicionales.

De modo que el paso siguiente a la protesta y el inconformismo ciudadano que hierve en las calles es asegurar que el próximo año Colombia elija un Gobierno y un Congreso con carácter y a la altura de las demandas que hoy el pueblo está expresando en las calles. Que nunca vuelva a ser el que diga Uribe, que sea el que diga el pueblo soberano.

CESAR PICÓN

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