Sabiduría popular

Nuestros paisanos del altiplano son de suyo incrédulos y desprecian la sabiduría popular, las tradiciones, los atavismos, los ancestros indígenas y todo lo terrígena y vernáculo. De hecho se identifican con Caro (Miguel Antonio, no el de Mariquita) con el aforismo “por fuera de la sabana todo es tierra caliente” y otro más moderno: que al norte de Usaquén y al sur de Soacha queda la mar ignota.

Resulta ahora que ponen en duda la sapiencia de nuestro paisano el connotado chamán y radiestesista que les ha auxiliado en la posesión del Presidente, la clausura del Mundial Sub 20, el Festival Iberoamericano de Teatro, las corridas de toros de Santa María, el debut del Burro Mocho y los conciertos de Juanes y Shakira. Cuando estuvo Guns and Roses, no lo contrataron y cuando cantaron November Rain, se vino el aguacero.

Nosotros aquí sí somos muy respetuosos de la ciencia acumulada a través de los tiempos y los años, y consultamos las diferentes fuentes antes de equivocarnos con la soberbia.

Por eso, en cuestiones meteorológicas recurrimos a las más antiguas tradiciones, que incluyen las cabañuelas y contracabañuelas, las rogativas cristianas, la danza de la lluvia, el inefable almanaque Bristol garantizado,  Max Henríquez, el Ideam, los canales del tiempo de la televisión por cable, el profesor Yarumo, el gurú Larín Amalla Llelda, los gurús armandos, los dolores del reumatís, la danza de las hormigas de Mutis y un elemento particularmente local e infalible, que es la instalación en Ibagué de una ciudad de hierro o un circo, o la tapada de rotos del final de una alcaldía con lo cual es impajaritable que arrecien las lluvias.

Solo los incrédulos de Luis Carlos Delgado Peñón y Luis H., hombres de poca fe, decidieron posesionarse bajo techo al contrario de “Memel” que para ir a la fija y no dañarle el peinado a María Antonia y a “Tutina” contrataron a nuestro doloreño hermano para que el sol resplandeciera y conjurar cualquier amago de lluvia.

Así que a prescindir de pluviómetros, satélites, anemómetros, cerrar el Ideam, pensionar a Max Henríquez con la certeza de que nuestros chamanes neutralizarán el efecto invernadero y controlarán los ataques de La Niña.

El peligro consiste en que como por acá no voltean a mirar con frecuencia, considere “Memel” que con el chamán oficial, ya le asignó la cuota correspondiente al Tolima en este mandato.

Credito
CHOLAGOGUE

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